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  • Foto del escritorcosmicafanzine

Siete a los doce y uno mortal

Naciste cansada, no sirves,

naciste cansada, no hay caso

¿A dónde irás a parar?

Su madre así le increpaba. Fracaso, vergüenza y error.

Cansancio no, no tengo ganas

La niña se defendió

¡Pereza es peor, niña tonta! Es un pecado mayor

Debes eso y todas mis canas

¿Por qué no me escucha Dios?


Establecido así, fue el primero

Y según ya con él nació,

No entendía la gravedad, ¿qué problema su madre vio?

Esa ausencia de deseo por limpiar su habitación.

El mal crecía con ella, limpiaba sin devoción.

Eres una mujercita, su madre le recordó

El servicio, la cocina y total abnegación.

Si no lo haces no habrá hombre que te muestre devoción.


¿Y a los cinco quién quiere hombre?

¿Acaso ella lo deseó? ¿Lo deseó siendo niña?

¿O él la solicitó?


¿Dónde hizo tal arreglo? Borrar su nombre y solución.


Es trabajo aburrido, la niña se rebeló,

Trabajo inútil, no lo quiero, yo prefiero otro valor.

Inútil sí, pero inútil ella, por delito de inacción

por haber nacido cansada, la acusación no cambió.


La envidia llegó entonces, por obvia derivación

Hermanos, primos, vecinos

Ninguno huevón nació.


Ella quería cambiarlo, A ser iguales compitió

Igual sonrisa, mismos gestos y limpiar cada rincón

El padre solo sonreía, pero la madre, ella no.

La niña jugó con justicia, el juez injusto venció.

Naciste cansada, ¡carajo!

Haces todo al aventón.


Y ¿cómo se nace cansada?

A la luna preguntó.

Como nada le respondía, a su mente inquirió.


Tuve un trabajo incesante,

antes de ahora nacer.


Tuve que haber vivido antes,

Para hoy querer nada hacer.


¿Viví y trabajé hasta el cansancio?

En alguna triste nación.

O solo es que me ha tocado

El caso de ser mal embrión.


Intentó con avaricia entonces

Y con intensidad deseó

Deseó las notas mejores

Ser la mejor del salón.


Esto parece fácil,

Su felicidad se encendió

Pero la mueca de su madre

En absoluto cambió.


Nadie serás si no sabes lavar, cocinar o limpiar

No habrá ser capaz de amarte,

De ambición pecas de hartar


Ya era tarde para en algo intentar tal vez refutar

su avaricia era ambición, sí existía,


y la ambición era a su vez dolor.

Un dolor que gemía

Hasta querer explotar.


Ahora ya llevaba tres y

Ocho apenas tenía.

No había mucho que perder

Y mujercita sería.


Permitió cambiar sus prendas,

Sus vaqueros y botines

Sin comodidad tener

por vestidos y moñines.


¡Cómo dolía la cabeza!

¡los pies, el alma y corazón!

Pero de ser mujercita, nadie entraría en cuestión.


¡Soberbia! Dijo la madre

Que otra vez no celebró

Soberbia dijo, y sí, soberbia

Con avaricia, el motor.


Siguió así, siguió por un tiempo,


Hasta los diez, creo yo.

Radiante y lindo su cuerpo,

era un hermoso botón.


La verdad, es verdad, no se oculta,

Ni siendo candil bajo el sol.

Y su belleza de infante.

Una mirada sujetó.


Un supuesto santo varón,

un hombre en casa, un impostor

No era padre, no era hermano,

¿para qué diablos entró?


Lujuria, él le gritó, cuando el vestido quitó

Lujuria, él le gritó, cuando con horror propio huyó

Lujuria en el diccionario, ella más tarde buscó.

Ahora ya eran cinco, y ni tenía la comunión.


¿Qué hacer? ¿qué cambiar?

¿A dónde ir? ¿Cómo vivir?

Vivir, ¿Aún importaba seguir?

¿Es que servía para servir?


La pesadilla del varón cesó

Cuando su cuerpo engordó

Comió, ¡oh, por Dios! ¡cómo comió!

Con gula y desesperación.

Su boca toda ocupada, hasta su acusación tragó

Su cuerpo se deformaba, de una nueva frustración

Pero al menos, al enemigo, de su vida se apartó.


Su madre volvió a intervenir y como cada vez, era peor.

Una pecadora eres, no te mereces a Dios.


No sé en qué fallé contigo

¿Cómo desviaste tu camino?


Antes de nacer, según tú,

Su mente herida respondió.


Era ya una pecadora, una pecadora de doce

¿Por qué Dios? ¿Dios? ¿Existes?

Somos ya dos los pecadores

Pues claro tengo que tú me hiciste.


¡Atrevida!, mira que es Dios

Con quien ahora arremetes.


¿Pecadora soy yo o eres tú?

¡Bonita historia cometes!


La niña ahora iracunda, de sus faltas culpa a Dios.

Toda su mente es oscura

Ahora sí no hay salvación.


Su corazón tiene doce, pero su mente es veloz

Su mente ha vivido años, siglos que abominó.


La locura hecha tristeza, una respuesta le envió

Si acaso nacía de nuevo, tendría una nueva opción…


Una inocente dormida, el periódico anunció

Confundió sus vitaminas por una mala elección.

El sueño la acogió, se la llevó su error.


¡Mi angelito! ¡Mi inocente! Grita quien la vida le dio

Pobre madre, ¡qué horror! No encuentra fin a su dolor.


Era solo una inocente y como inocente murió.

El santo varón la consuela,

Ella acepta la compasión.

Al menos te tengo, padre, para atenuar mi dolor.


El ángel por fin descansa, ¿o apenas comienza su andar?

Lo que la inocente no supo es que es de humanos pecar.

Calle el cobarde que niegue y que arroje hasta acá

La piedra que su conciencia le permita levantar.


Inútil no era la niña

Inútiles las sentencias,

Ideas nefastas, ideas machistas,

Ideas caducas de inútil fan.

Inútiles ¿no? No insistas.

Nadie te va a avalar.

 

Por Marcela Gutiérrez Bravo

Novelista, ensayista, poeta y traductora. Ha publicado 9 libros principalmente con temas

filosóficos. Propietaria de una librería anticuaria.

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