Abro los ojos, la luz me lastima, me duele la cabeza y tengo una sed mortal. Miro en todas direcciones, me siento desorientado, no reconozco el lugar en el que estoy. Tengo una cobija encima, los zapatos puestos, no me quité ni la chamarra para dormir.
Me incorporo y me doy cuenta de que volví a dormir en un sillón. La espalda me duele, veo unos cigarros sobre la mesa, enciendo uno. Siento un poco de nauseas, pero sigo fumando.
Latas de cerveza regadas por el suelo, un cenicero desbordándose. El sol entrando por la ventana directo a mis ojos.
Me termino el cigarro, me vuelvo a acostar y cierro los ojos. Intento recordar la noche anterior. Llevo meses despertando en lugares que no conozco, pero siempre solo, siempre que abro los ojos no hay nadie a mi lado.
Hace una semana me desperté en una banca de un parque, desperté porque la lluvia empezó a pegarme en el rostro. Me habían robado los zapatos, la chamarra, por suerte todavía tenía mi cartera y dinero para tomar un taxi hacia mi casa, pero lo gasté en comprarme unas cervezas para calmar mi resaca y me fui caminando. Tardé dos horas en llegar a mi casa.
Últimamente he intentado no salir, quedarme en casa y dormir aquí, pero en el transcurso de la noche no soporto estar solo y tengo que salir. Vago sin rumbo, compro cervezas, entro a bares y tabernas, bebo hasta olvidarme de todo.
En los meses que llevo viviendo de esta manera solamente he dormido una vez en la cárcel. Tuve una pelea en un bar, llegó la policía y, como no tuve para su mordida, me llevaron detenido. Dormir ahí es un martirio, pero tienes un desayuno asegurado y eso es más de lo que tengo en casa, aunque tuve que aguantar algunos golpes de los policías.
Sigo acostado en el sillón, quiero irme, pero el cuerpo no me responde, no tengo fuerzas para incorporarme y menos para caminar, ni siquiera sé que tan lejos estoy de mi casa. Abro los ojos y busco con la mirada si hay alguna botella o lata que se vea cerrada, necesito rehidratarme antes de emprender mi camino a casa. Por suerte hay cigarros, un gasto menos que hacer el día de hoy.
Busco en las bolsas de mi pantalón; encuentro mi cartera, todavía tengo dinero, encuentro mi celular, mis llaves. No perdí nada y eso lo hace una buena noche, además me sobró dinero, podré desayunar.
La última vez que dormí en mi casa, que dormí en mi cama, también fue la última noche que dormí acompañado y sobrio, pero también fue la primera vez que desperté solo.
Me levanté exaltado cuando no la sentí a mi lado, la busqué por todos lados y no la encontré. No encontré sus cosas, había desaparecido su ropa, sus zapatos, su computadora, lo único que dejó fueron las fotografías en las que salimos juntos. No me he atrevido a moverlas.
Me levanto, agarro los cigarros, prendo uno y guardo la cajetilla, veo un vaso con cerveza, parece limpia, la tomo de un trago. Salgo a la calle, el calor es insoportable, me quito la chamarra, no sé dónde estoy. Camino volteando hacia arriba buscando los nombres de las calles, no quiero gastar mi dinero en taxis, además caminar hace bien.
Por Juan Carlos Moreno Rosas
(Ciudad de México, 1990)
Cursando la licenciatura de Letras Hispánicas en la Facultad de Filosofía y letras de la UNAM y en 2021 un taller de narrativa por parte de la UNAM y un taller de cuento de Educación Continua de la UNAM. Es el primer concurso en el que participo, es el primer texto que intento publicar.
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