Nuestros cuerpos se crucifican con el aire.
Llenándose intensamente de vibración y sol.
Somos viajeros conteniendo la dopamina de nuestros dientes.
¿Cómo no reír en este mar de sollozos? ...
No importa las consecuencias o la insoportabilidad de nuestra piel al ser quemada.
Al sentir dolor.
Porque estamos renaciendo.
Recordamos el miedo de inexistir.
De maximizar el tacto de nuestro ser hasta volvernos espuma.
Eso es inmortalidad.
Cantarle al mar.
Por Camila Durazo
(Ciudad Obregón, Sonora)
Desde que tengo conciencia propia existe una pequeña fascinación en mí por escribir.
Me gusta bastante la música, a la edad de 9 años comencé a tocar el piano. Actualmente tocó en recitales de piano dirigidos a la música clásica. También manejo un círculo literario en mi escuela preparatoria.
Sin embargo; estos últimos meses de mi vida los he dedicado mayormente a la poesía, por lo que he decidido atreverme a mostrar mis pequeños escritos y sentimientos al mundo.
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