¡Pásele! ¡Pásele! Gritaba un alegórico merolico en el tianguis del Salado. Ubicado al oriente del defectuoso, como le dicen de cariño al Distrito Federal. ¡Pásele gente!, desde el lejano oriente para el cercano oriente. ¡La increíble! ¡La original! ¡La única! La más grande y espectacular "La Caja que hace dinero".
Pedro un jovencito de 10 años acompañó a su tío en busca de ropa de marca. La ropa de medio uso siempre era una gran opción frente a los costos de las grandes plazas y centros comerciales, o al menos, era lo que su tío le decía al regreso del Tianguis. -Ahora sí nos fue excelente pequeño, Pedro no compartía esa sensación. Cuando se ponía la ropa usada sentía un escozor inquietante, no sabía si realmente eran pulgas o solo su imaginación alimentada por el recuerdo del olor agrio de la ropa vieja en la paca. El niño, anhelaba ropa nueva, de todas esas marcas que veía en la televisión. El soñaba con una prenda que fuera de su talla exacta, sin remiendos o pequeñas manchas y ser la primera persona en usarla. Él quería ser igual que “Justin Bieber”, tener muchas novias, ser un gran futbolista y por supuesto poseer un iPad. Pero para eso, se necesitaba mucho dinero según la televisión. Al escuchar aquel merolico no lo pensó dos veces y abandonó a su tío a toda velocidad. "Esa caja tenía que ser suya a como diera lugar".
-Pedro: ¡Oiga! ¡Oiga! Espere. ¿Cómo le hago para tener una caja de esas?
-Merolico Nahualli: ¿No quieres verla más de cerca, Pedro?
-Pedro: ¿Cómo sabe mi nombre?
-Merolico Nahualli: Eso no importa pequeño Konetl. Mi nombre es “El Gran Nahualli”, para servirte.
Con un movimiento lento el Nahualli puso la caja al alcance de la mirada de Pedro. -Ven acércate y obsérvala bien-. La caja era de una madera oscura casi grisácea con grabados antiguos: Petlacalli-Temictli se encontraba escrito en uno de sus costados. Tenía una manivela muy peculiar, estaba tallada en jade verde y al frente tenía una ranura por donde salía el dinero en forma de billetes. Pedro se distrajo por un momento con los brillos añejos de la caja, de repente reaccionó diciendo - ¡No necesito verla! ¡Solo quiero el dinero! Usted dice que esa caja puede hacer dinero ¡¿no es verdad?! -Seguro amiguito, - asintió el Nahualli. Y -¿Cuánto me costaría la caja?- preguntó Pedro. -Esta caja es muy peculiar y de igual forma tiene un costo muy especial. Para obtenerla tienes que entregarme uno de tus sueños, el más preciado, el que más desees, el más anhelado y profundo deseo que viva en ti. Toda la oscuridad que contenían esas palabras pasó desapercibida para Pedro.
¿Y cómo le hago para darte mi sueño? preguntó el niño. Muy fácil Konetl, solo tienes que contármelo al oído, solo eso. - ¡¿Solo eso?! ¡Está bien! Acércate Nahualli y te lo cuento. El merolico escuchó pacientemente mientras Pedro le contaba el sueño de su ropa sin estrenar. El vaho de las palabras se guardó en sus oídos, al finalizar, el comerciante le entregó la caja y pronunció. ¡Es toda tuya!
Pedro iba a echar a correr, cuando el merolico le preguntó si sabía cómo funcionaba la caja, a lo que el niño hizo una negativa. -Bueno, lo que tienes que hacer es buscar dos ranas con alas rojas y moradas, hembra y macho, posteriormente hay que conseguir huevos de hornitosito joven, de no más de un año de incubación máximo, y ¡listo! mete todo a la caja, da vuelta a la manivela y tendrás lo que deseas-.
¿Oye, y dónde consigo todo eso? cuestionó Pedro, el Nahulli sonrió tenebrosamente y explicó: es muy fácil solo tienes que buscar en el tianguis, encontraras todo de inmediato. Pedrito se puso contentísimo y se fue chiflando a través de los puestos. El recorrido fue exhaustivo, tenía arena en todo su cuerpo, eran como las 6 de la tarde, el tianguis se iba extinguiendo poco a poco y su tío seguramente estaría muy preocupado por él, eso no le importó. Exploró en cada puesto, en cada lona con chácharas, con cada comerciante sin tener suerte.
- ¡¿Cómo fui tan tonto?! Seguramente se me pasó y no vi ni los huevos ni las ranas, ¡¿cómo pudo ser?! ¡Es mi culpa! -. La angustia tocó su corazón por primera vez. Pedro intuyó que algo se le había perdido, no sabía que era, pero nunca más pudo recordar aquel sueño de la ropa nueva, ni siquiera sabía que en algún momento había tenido la capacidad de soñar.
Pasó su vida buscando sapos y huevos de hornitosito incubados máximo por un año, preguntó en cada tianguis urbano del Distrito Federal, acompañado de una cajita vieja de madera con una manivela de jade, bautizada en náhuatl como: Petlacalli-Temictli, La caja de los sueños.
Pedro había sido presa del Nahualli, un demonio engendrado por conquistadores, una tergiversación de las tradiciones de nuestros antepasados, creado para controlar nuestra naturaleza. Hoy, el deseo desenfrenado por imágenes superficiales, invocó a esta bestia que no perdona.
Por Paul Erik Flores Arias
(CDMX)
Toda su infancia apaciguó su espíritu creativo experimentando todo tipo de técnicas menores a pesar de enfermedad y carencias. Posteriormente curso su educación formal como Diseñador Industrial donde obtuvo su devoción por el orden y las técnicas, ahí encontró el encontró refugio para su incapacidad formal de representación. Sin embargo, la satisfacción aun escapaba a su expectativa, desesperado e inquieto acerca de poder mostrar su existencia, exploro las letras que le permitieron acercarse más a su propia expectativa de expresión, esperando darle sentido a un todo aun ausente para él.
Recientemente se ha propuesto estudiar, mezclar y fundir todos los símbolos espirituales en la escritura y la gráfica que estén al alcance de su entendimiento, integrándolos a su obra en diferentes formas que van desde el formato hasta la representación franca de los mismos. Esta utilización formal o retórica de los símbolos se amalgama con su individual performance de vida.
Algunas de sus participaciones han sido:
-Fue miembro activo de la de la Cooperativa cultural de producción editorial y revista “Agua sobre las Lajas” en la que entre otras actividades organiza lecturas dramatizadas en los barrios de Iztapalapa.
-Fomento a la lectura en diferentes pueblos de Iztapalapa y lecturas dramatizadas con “La banda del libro rojo”.
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