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Foto del escritorcosmicafanzine

Superhérores

Vamos a empezar con una escena: en un parque —valga decir, el único parque construido en el medio de una ciudad cualquiera— dos adolescentes sostienen una trascendental plática para su supervivencia. El primero se muestra flemático, producto tal vez del desayuno que no ingirió esta mañana, lleva puesta una sudadera nike de imitación y unas zapatillas desvencijadas. Su rostro es infantil y se ve afectado por el incipiente acné característico de su edad. El segundo no dista mucho del primero en apariencia, salvo de cuatro o cinco kilos de más, resultado de tres comidas completas al día. Sin embargo, esta mañana tampoco ha desayunado: el estrenado divorcio de sus padres, y el terremoto que se generó como consecuencia, lo ha alejado de casa.

Pero, ¿qué es lo que nos puede interesar de su “elucubrada” charla? Ambos se conocen desde la primera infancia, comparten gustos y manías, a excepción de un detalle que podremos notar en su conversación:

—Yo creo que a las calles les vendría bien un Spiderman, podría columpiarse tranquilamente y lidiar con el caos. —Dice el primero, moviendo sus manos como disparando telarañas imaginarias.

—¿Qué dices? ―cuestiona el segundo elevando su puño derecho hacia el cielo― aquí hace falta Superman, un ser casi omnipotente que puede resolver todos nuestros problemas.

—En todo caso, si hablamos de fuerza, Hulk o Thor serían los indicados.

—Esos dos tienen problemas mentales, no hay como la Mujer Maravilla, una guerrera amazona capaz de acabar con la maldad.

—Ja, ja, já ¿ahora hablarás de heroínas? Wanda Maximoff, La bruja escarlata, la despedazaría con tan solo mover un dedo de sus mágicas manos.

—¿De nuevo recurres a quienes presentan problemas disfuncionales? Para eso, el único e inimitable, es el caballero de la noche: Batman, ¿o dirás que no?

—La oscuridad ya pasó de moda, además no me cuadran los millonarios, el único millonario con carisma es Tony Stark, nuestro Iron Man.

—¿Genio, play boy y filántropo, dices? Qué tan bajo has caído, si estaría aquí Aquaman, lo humillaría. Un verdadero rey de Atlantis.

Ambos mozuelos defienden con aplomo al súper héroe que creen más idóneo; la solución para todo mal. Sus ojos se llenan de luz cuando mencionan a sus personajes o compañías favoritas, ninguno da su brazo a torcer. Vamos a detenernos aquí y dar un vistazo alrededor:

El tráfico de la zona es tan caótico como la misma ciudad, los edificios grises se alzan como termiteros sobre toda la manzana, el smog deja residuos plomizos en las ventanas como alertas de peligro, los vendedores ambulantes se disputan palmo a palmo un espacio para sobrevivir, los bancos aguardan a sus clientes como una serpiente espera en su escondrijo a sus futuras presas… y el sol se muestra impotente detrás de unas cumulonimbos que lo acaban de opacar.

Los párvulos siguen en lo suyo:

—No es que yo crea que “Los Vengadores” sean mejores: ¡simplemente lo son!

—Muy sobrevalorados. “La Liga de la justicia” es divina, algún día lo entenderás.

En ese preciso momento otro acontecimiento más interesante llamará la atención del lector: tres bulliciosas motos acaban de estacionarse frente al banco principal. Unos sujetos encapuchados y con porte de luchadores marciales las conducen. Los seis se encuentran armados con unas Smith & Wesson MP 9. Con prisa, descienden de sus vehículos, reducen al macilento custodio de la puerta e irrumpen en el establecimiento.

Nuestros protagonistas, a quince metros frente al banco, se quedan mirando la escena con ojos absortos.

Adentro, entre forcejeos, se oyen gritos de pánico y unos cuantos disparos. La escena no tarda más de tres minutos. Los maleantes salen del lugar cargando unas pesadas maletas llenas de dinero, en sus movimientos se percibe la embriaguez de la euforia. El golpe les ha salido como siempre lo han planeado. No obstante, no faltará alguna casualidad de la vida que salga a flote para corroborar que la perfección no existe: una viejecita aparece en el momento y lugar menos indicado interponiéndose entre los malhechores y sus motos. Sin tener idea con qué clase de personas está tratando, les reclama con gritos por su abrupta salida y rudeza. Luego nos enteraremos que esa dama de “pobrecita” no tiene nada pues la cantidad de dinero que posee solo es superada por su arrogancia. Los encapuchados no están dispuestos a soportar cuestionamientos; la anciana obstaculiza su huida. El más joven de entre todos no soporta más los segundos perdidos, se deja poseer por la ansiedad, saca su arma y le suelta un disparo seco en medio del pecho. Los demás se miran, contrariados; algo les decía que no debían incluir al neófito en el golpe. La buena racha se les acaba, la perfección se les escurre… pero aún hay tiempo, apuran el paso, suben a las motocicletas y huyen con un peso en sus consciencias mayor al que llevan en sus manos.

Nuestros dos soñadores han presenciado la escena del disparo con la nitidez de un espectador V.I.P. Algo se remueve en sus adentros, una agitación, una vehemencia.

La abuela se desangra acrecentando un charco rojo que la comienza a rodear. Necesitará ayuda si es que quiere vivir: Alguien que le aplique presión en el punto sangrante, selle la herida para que el aire quede dentro, la tranquilice, controle su pulso y practique maniobras de resucitación cardiopulmonar si es necesario. Sin embargo, no hay nadie alrededor. Todos huyeron por temor a ser heridos; salvo nuestros héroes: ¡es su oportunidad para brillar!

Se miran los rostros mutuamente, se conocen al milímetro, no son necesarias las palabras, saben cómo deben de actuar. El segundo muchacho da la iniciativa, emprende la carrera. Sus pies se aligeran y parecen impulsados por energía pura: Flash en todo su esplendor. El primero no se queda atrás, adopta una pose de velocista, y lo sigue con una rapidez digna de Quicksilver. Esquivan postes de luz, tachos de basura, banquetas, autos en movimiento… el primero con el ímpetu de Daredevil; el segundo, con el arrojo de Robin. Llegan a su destino jadeantes, pero dichosos. La víctima, luchando con ferocidad entre la vida y la muerte, les dirige una mueca que se asemeja a una sonrisa agónica: ¡han llegado sus superhéroes a salvarla!

El primero le corresponde la sonrisa y, con la frialdad del hombre de hielo, le arrancha la cartera. El otro más diestro, no duda ni por un segundo, y le arrebata la pulsera y el reloj de oro. Ambos dan un último vistazo a sus alrededores, y como si de aprendices del mismísimo Doctor Strange se tratara, “desaparecen” de la escena como por arte de magia.

En el suelo, la anciana balbucea de impotencia. Se desangrará por varios minutos más hasta que llegue una ambulancia a recoger su cadáver. No tardarán en aparecer los curiosos como insectos al acecho, se persignarán quizá, se apenarán tal vez, pero no dejarán de grabar con sus teléfonos más inteligentes que ellos. Será la última y patética imagen que la abuela millonaria verá.

La ciudad donde pasaron los hechos no es ciudad Gótica o Metrópolis, solo es la capital de un país tercermundista donde a diario suceden escenas parecidas a las que el lector acaba de leer.

¿Y qué con los héroes devenidos a villanos? Estrenan ropa nueva y degustan platillos exquisitos en un restaurant exclusivo de la ciudad.

—Yo creo que Spiderman estaría orgulloso de cómo eludí a los carros para llegar donde la anciana —dice el primero.

—No te creas, yo era como Superman, me veía volar —replica el segundo.

Su plática seguirá por muchas horas, no se pondrán de acuerdo en quién es mejor superhéroe que el otro. Todo sigue como al comienzo de la historia con la diferencia de que un sujeto de aires altivos se acercará a su mesa, se sentará a su lado mostrándoles con sutileza su placa de oficial y su arma si es que lo primero no los convence. Les relatará todo lo que ha presenciado y, so pretexto de la ley, les dará dos opciones: o le entregan lo que resta del botín, o terminan en una cárcel de menores.

Nunca falta, pues, un corrupto héroe de lo cotidiano impidiendo que otros como él se salgan con la suya.

 

Por M. Andrei Velit Casquero

(Huancayo, Perú)

Escritor, melómano, gestor cultural y lector febril desde la adolescencia. En el 2020 publicó su primer libro llamado “Vendrá la muerte y tendrá tus ojos” a través de la plataforma virtual Lektu, el año 2023 dio el salto a la publicación impresa del libro de conjunto de cuentos “Los diversos rostros del abismo”. Actualmente se desempeña como director del grupo literario Verso Inefable. Prepara un segundo libro de cuentos y una novela.

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