No estoy loca, y no estoy fingiendo. Todos creen eso, o al menos eso dicen que creen. No creo que sean sinceros.
Esto es confuso para mí. En verdad espero que escribir sobre esta situación me ayude, porque necesito desahogarme mediante la escritura. Como siempre, para esto voy a ocupar mi habitación especial de escritura y lectura. Me gusta llevar a cabo ambas actividades en este lugar específico de la casa, donde todos los muebles y objetos, así como las paredes y el techo, son de color verde oscuro, mi favorito. Por supuesto, tengo puesto mi vestido del mismo color para estar a tono con el lugar, ya que eso siempre me relaja y me hace sentir mejor. No obstante, hoy es la excepción, la rabia que siento hacia mi familia me impide relajarme.
No es él, nunca volvió. Yo ya acepte que nunca va a volver.
De más está decir que no fue así de fácil para mí aceptar algo como eso. Sin importar el paso del tiempo, yo seguía en estado de negación. Resulta irónico que mi familia siga intentando hacerme creer que me estoy engañando a mí misma, cuando antes no dejaban de decirme que debía aceptar la realidad, superarlo, y seguir con mi vida.
Era más sencillo decirlo que hacerlo. No podía olvidar de un día para el otro todo lo que viví con Sebastián. No me era posible aceptar que esa relación tampoco resultó como yo esperaba. Parecía ser diferente a las otras, y había durado mucho más tiempo. Mi noviazgo con Rubén duró solo 5 semanas, con Verónica 7, y con Ulises 3. El de Sebastián ya había durado más de un año. Ya vivíamos juntos, y todo parecía indicar que era la persona que siempre busqué, y que mi familia siempre quiso que encontrara. Con ninguno de los tres anteriores me sentí así. En ningún momento imaginé que los conflictos que a veces surgían entre nosotros pudieran ser tan graves, pero al parecer Sebastián empezó a alejarse cada vez más de mí sin que me percatara.
Es la única explicación posible, pues dudo que tomara una decisión como esta de un instante para el otro. Lo más seguro es que llevará varios días pensando en hacer esto.
Sé que alguien me podría decir que quizás no fue de está manera, que él simplemente pudo haber conocido a alguna otra mujer, una que hizo que se olvidara de mí. Sin embargo, la persona que me diga eso sólo deja claro que no conoce a Sebastián en lo más mínimo. No me hubiera dejado esperándolo si ese hubiera sido el caso. Él se habría comunicado conmigo para informarme que nunca regresaría porque descubrió que ya no me ama, o que nunca lo hizo en realidad.
Al irse de nuestra casa, no planeaba regresar jamás; o tal vez le ocurrió algo que lo llevó a su muerte en alguna parte alejada de la civilización, razón por la cual todavía no había sido hallado su cuerpo. No lo sé. Ni siquiera sé dónde fue, no pude preguntárselo. Esa noche el solamente me dijo que tenía algo importante que hacer en el centro de la ciudad, y se fue a toda prisa.
Aún seguía esperándolo cuando me fui de aquella casa. Que me mudara a este sitio apartado de casi todo no significa que ya no tenía esperanzas, lo hice porque yo sola no podía seguir pagando ese departamento para dos personas. Llevé conmigo las pocas cosas que tenía de él, cosas que aún conservo. Elegí este lugar porque me quería alejar de todos los miembros de mi familia, quienes tratando de ayudarme, nada más conseguían molestar y hacerme sentir peor. Necesitaba está soledad para poder pensar, y lo hice.
Reflexioné durante bastante tiempo, especialmente en esta habitación en la que me encuentro ahora, y finalmente llegué a la conclusión de que me había vuelto muy dependiente de Sebastián sin darme cuenta, o lo sospechase siquiera. No tenía nada que hacer porque toda mi vida giraba alrededor de ese hombre, no porque él me hubiera pedido aceptar estas responsabilidades, sino porque yo misma tomé la decisión de estar siempre pendiente de él, y de todo lo que fuera a necesitar, viviendo para él y olvidándome poco a poco de mí.
En la nueva casa ya no tenía a quien esperar con la comida lista, o con todo limpio y ordenado, cuando regresara de su estresante jornada laboral diaria. Todos mis días se volvieron una copia barata del anterior, en los que mi trabajo era lo único que me sacaba de la casa y me permitía tener un poco de vida social. No fuí consciente de todo esto hasta aquella noche, después de cenar, mientras escribía sentada en esta misma silla, en esta misma habitación monocromática. También me di cuenta de que no fue muy distinto con mis relaciones anteriores, a pesar de no haber llegado a vivir con ellos, y que quizás el que Sebastián me abandonara fue lo mejor que me pudo pasar, ya que ahora creo que tener pareja no es lo mío, no es para mí. También pienso que lo único que me llevó a salir con Rubén, y a volver a intentarlo con otras parejas después de mi rompimiento con él, fue la necesidad de ver feliz a mi familia. Ni siquiera me detuve un momento a preguntarme a mí misma si era eso lo que yo quería, hasta hace relativamente poco.
Con mi bienestar y felicidad como motivaciones decidí que guardaría todas las cosas de Sebastián en el ático, junto con cualquier fotografía en la que el aparezca, segura de que algún día sabría qué hacer con todo eso.
Habían transcurrido pocos días después de eso cuando ese hombre apareció, acompañado por mi familia, asegurando ser Sebastián.
Yo no entendía lo que estaba ocurriendo. Me dejaron sola con aquel sujeto quien, hablando como si en verdad fuera mi última pareja, me suplicó que lo perdonara por haber desaparecido durante tanto tiempo. Quiso explicarme lo que había pasado, pero me encontraba tan confundida que no le presté atención a lo poco que llegó a decir, e incluso lo interrumpí para exigirle que se fuera de mi casa.
Sé que algunos podrán creer que no estoy tomando en cuenta que él cambió en todo este tiempo, que tal vez fueron muchos los cambios, y que por eso no lo reconozco. Si esa gente viera al verdadero Sebastián y a este tipo, entendería por qué eso no tiene sentido. Este es otro hombre, con otro color de pelo, otro color y forma de ojos, una estatura diferente, y una voz que no se asemeja para nada a la suya.
Pero el asunto no terminó ahí. De a uno, los miembros de mi familia fueron a mi casa al día siguiente de la aparición de aquel sujeto, para pedirme explicaciones. Fueron a decirme que no entendían mi actitud, pues podían jurar que Sebastián no lucía deshonesto al decir que se sentía mal por lo ocurrido, y que opinaban que yo debía darle la oportunidad de contar su versión de los hechos. Remarcaron más de una vez que ni siquiera se había atrevido a presentarse solo ante mí, motivo por el cual los fue a ver a ellos en primer lugar, dejando así muy en claro su arrepentimiento, según ellos.
Tuve que explicarles varias veces que no fue por eso que lo eché de mi casa. Todavía más confundida que antes, intenté hacerles notar que ese hombre no era Sebastián, sin poder creer que tuviera que hacer eso. No podía entender cómo no se dieron cuenta por sí mismos.
Aunque tendría que haberlo visto venir, igualmente me sorprendió que mi familia se mostrara tan confundida como yo, y que todos insistieran en que ese sujeto es Sebastián; afirmando que no había cambiado casi nada desde que lo vieron por última vez.
Ante tales insistencias, fuí al ático a buscar las viejas fotos de Sebastián para demostrarles su error.
Creo que nunca me voy a olvidar del impacto que me causó el ver las fotografías solo para encontrarme con que el hombre que salía en ellas era casi idéntico al que estuvo en mi casa el día anterior, ni remotamente parecido al Sebastián que recordaba, y todavía recuerdo.
—¡Déjenme sola! —le ordené furiosa a mi familia.
Sigo enojada con ellos, pues solo hay una explicación para esto: están tratando de engañarme. No aceptan que me quede soltera, así que decidieron intervenir.
¿Cómo se pueden asegurar de que yo acepte quedarme con el hombre que encontraron para mí? Para lograr eso optaron por este método ridículo: hacerlo pasar por Sebastián. Quizás él se llama así también.
Seguro alteraron todas las fotos en alguna de sus visitas, intentando convencerme de que me volví loca durante este tiempo viviendo yo sola, y de que por eso no lo recuerdo. Pero no va a funcionar. No estoy mintiendo y sé que no estoy loca.
Ahora me visitan con incluso menos regularidad que antes, pero cuando lo hacen, vuelven a intentar hacerme creer su mentira, pero no lo lograrán. Yo sé que ese hombre no era él.
Por Eduardo Barragán Ardissino
Soy autor de cuatro libros digitales, disponibles en la app Pathbooks: “Una detective desconocida”, “La puerta”, “El juego del puente”, y “Los cíclopes araña invasores”. También he escrito cuentos que fueron seleccionados en distintas convocatorias, por lo que están disponibles en diferentes páginas de internet, como YouTube (como audiocuentos), El Narratorio (parte de antologías) Revista Culturel, etc. También hay cuentos de mí autoría como parte de antologías en formato físico (Gold Editorial).
Comentários