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Una justificación vacía

Hola, sé que no es la manera, decidí hacerlo de esta forma para evitar una discusión sin sentido. 

Jamás he hablado de esto con mucha objetividad, pero hoy deseo hacerlo contigo a través de esta carta. Espero que al leerlo no cambies tu mirada sobre mí, ni tampoco que comiences a maquinar con que siempre te he mentido o cosas como esa, porque a mi entender no es así y si no compartes mi punto de vista, al menos respétalo.

Confieso que me da terror el levantar mis ojos y apuntarlos hacia ti, por eso decidí escribirte; por eso y porque ya no me encuentro en la ciudad. ¡Ay, imagino tu cara al leer esa frase!, sé que debes estar enojada, algo frustrada y un poco triste. Por favor no te ahogues en esos pensamientos dañinos que te gritan que tiraste mil años a la basura, que tus padres tenían razón y yo no era buena para ti. Te suplico no busques en tu memoria aquel recuerdo tan dañino que nos separó la primera vez. 

Sé que estarás pensando que quizás, bueno en sí es muy probable, que tus amigos también tenían razón y que yo no era más que un estorbo en tu vida, que te frenaba para crecer y que no te dejaba avanzar. Juro que ese nunca fue mi deseo, siempre te amé con el egoísmo más puro de quien no quiere compartir ni un pedazo de su pizza, para que el otro no pueda sentir tan maravilloso placer. 

Quizás te amé mal, no lo sé, pero lo que sí sé es que te amé con todo lo que me permitió la vida, aunque sí reconozco que en el camino te desequilibre un poco, pero sin intención, de verdad, es que a veces solo soy yo misma y he descubierto que eso no siempre está bien. ¡Asique lo diré, simplemente lo diré! y espero que no me odies por esto y que recuerdes que te quise tanto como pude. 

Si, fui yo quien estaba esa tarde entre las sábanas cuando entraste sin golpear a la pieza de tu hermanastro. Si, esa era yo y lo siento. Has sido la mujer más hermosa a la que he amado, pero él me dio el equilibrio que me faltaba.  

Te dejé el departamento acomodado, porque siempre dices que soy un desastre, solo saque la maleta con algunas prendas. Entiendo si quieres quemar mis otras pertenencias. Si eso te libera, hazlo. Yo no volveré de todas formas. Te dejé un beso colgado en la heladera y un rosa en tu almohada. 

Te amaré siempre, no lo olvides. 


p/d: Una última cosa, tome nuestros ahorros para poder largarnos y no seguirte haciendo daño. Espero que lo entiendas.


Besos y no me odies tanto por favor. 


Alfonsina.

 

Por Flor Rodriguez

(Concepción del Uruguay, Entre Ríos, Argentina)

Profesora de psicología y galerista en talleres de escritura creativa y arte emocional. Ha participado de antologías y revistas nacionales e internacionales. Es la autora del libro infantil “Una historia sin igual” y actualmente este editando su segundo libro para preadolescentes.

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