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Foto del escritorcosmicafanzine

Una noche dominada por el deseo.

Trabajo en un prostíbulo, deseo que este secreto nadie lo sepa, así que lo escribo en mi diario. Tengo un protocolo muy estricto en cuanto a mis clientes: les pregunto cómo quieren que les llame y que quieren que hagamos, les prohíbo que me hagan preguntas sobre mi vida personal y yo no les hago preguntas sobre su vida, si me piden un consejo se los doy hasta que me paguen, pero la regla más importante es la siguiente: no entablo relación con ellos y no permito que me besen… Aunque con Loreto rompí las reglas y me avergüenza demasiado.

Seguía mi rutina como de costumbre. Yo trabajo en un departamento -junto con otras chicas- en la Roma, una zona frecuentada por extranjeros. Poseía grandes muslos, una cadera grande y labios carnosos…pero lo que más me gustaba de mi era mi piel canela. De 8:00 a 10:30 de la noche contoneaba las caderas con gracia, los gemidos de mis clientes inundaban el cuarto y mis movimientos con mi cuerpo realzan la belleza de mi desnudes y provocaba orgasmos con la ilusión de ser sempiternos, aunque en realidad serían efímeros. Los clientes salían felices y extasiados, con la sensación de que eran seres etéreos y que su buen humor les duraría hasta regresar a su país de origen… pero ninguno de esos clientes me satisfacía, me ayudaba a tener un orgasmo o me preguntaba si estaba disfrutando sus movimientos, solo les importaba soltar su veneno en mi cuerpo y generar su disfrute.

Honestamente no le daba importancia a eso, mientras me dieran mi dinero yo estaría bien, hasta que un día llego un cliente distinto. Llegó un sábado un chico joven: de unos 22 años aproximadamente, era blanco, con cabello castaño y con facciones finas, calzaba unos converse y traía un pantalón negro y una playera que decía “talking heads”, era demasiado flaco. Las chicas se empezaron a burlar de él debido a que daba un aura de inocencia e ingenuidad, además de su delgadez y decían que posiblemente venía al prostíbulo para saciar su hambre del estómago y no el hambre sexual.

Para evitar a que se expusiera más a las burlas fui la primera en ofrecerse en atenderlo, como me acerqué de manera amigable el chico aceptó, así que le hice pasar a mi cuarto. Vi que después de entrar el chico volteaba a todos lados, y lo analizaba de arriba hacia abajo, es un cuarto lindo: tenia cortinas de terciopelo rojas, una cama con un toldo de acero y dosel rosa pastel, un ropero y un tocador de madera vieja, un tocadiscos y vinilos de Rosalía, C. Tangana, los panchos y Agustín Lara, además de que hay un baño propio. El chico para romper el hielo me dijo “Que lindo cuarto tienes” y yo le agradecí.

“¿Cómo te llamas? Le pregunté, a lo que él me dijo de manera suave: Loreto. Loreto estaba sumamente nervioso, supuse que era virgen o era su primera vez en esto.

“Loreto, corazón, te veo nervioso, ¿es tu primera vez?” y no dijo nada. Le dije que con que quería iniciar, que podía darle un masaje para excitarlo o que directamente podríamos echarnos un polvo, le conté las cosas que yo hacía comúnmente con los clientes, pero a él parecía no apetecerle nada de mi menú. Loreto dijo que tal vez bañarse conmigo le haría entrar en confianza, acepte, total, lo único que me importaba era el dinero. Me dijo que el baño nos ayudaría a conocernos un poquito más.

Loreto me quitó mi ropa primero y se la pasaba halagando lo linda que era la ropa que me quito, o que limpiaba lo bastante bien el baño –supongo que lo hacía para que empezara a caerle bien-, luego él se desvistió solo para tratar de “no molestarme”; él dio el primer paso, entró, abrió el grifo y hasta que estuvo caliente el agua me hizo pasar. Me pregunto cómo fue mi día y me contó el suyo, me contó que tiene un gato y que lo llevo al veterinario, que también leyó un libro, todo mientras yo me lavaba mi largo cabello; finalmente me pregunto que como me fue hoy y que hice, me impresionó que un cliente tuviera tanto interés en mi persona y mis gustos, pero lo que me impresionó más fue que yo accedí a contarle sobre mí –tal vez porque él me inspiraba confianza y lo veía como un amigo-.

Después de la larga entrevista de Loreto en el baño, me sequé y salimos, me puse una bata y ropa interior para no pasar tanto frio en lo que el cliente se animaba a expresarme en como quería satisfacer su deseo. Loreto Baldía se sacudió los nervios y me pidió lo siguiente: “Quiero desvestirte, quiero recorrer mis manos sobre tus pechos y masajearlos, bajar y recorrer tu cintura dándote besos, posicionar mis manos sobre tus caderas, quiero que la pasemos bien, ¿podemos hacerlo por favor?

Te quiero pedir un favor, que te pagare muy bien para que me lo cumplas… te solicito que digas mi nombre, pero quiero que mi nombre no salga por las orillas de las puertas, que nuestros gemidos queden incrustados en las paredes y escondidos debajo de la esquina de tu cama; espero que nadie se oponga, y si lo hace que no levante la voz. Estoy deseoso de tener sexo”

Loreto me conto durante el baño que estaba en una relación en donde el sexo con su novia era vacío y sin pasión, que lo peor de todo es que fuera de la cama la novia jamás le hacía alguna pregunta sobre su día a día y que por eso la corto… supuse que por eso Loreto iba a hacer conmigo lo que no hizo con su novia.

Loreto se ofreció a apagar la luz y acepté, ahí nos tienen a las 11:30 de la noche en la oscuridad. Yo ya estaba sentada en mi cama y el chico por fin se animó a acostarse.

–Gracias, amiga

–Me llamo Silvia, puedes decirme así.

Loreto se sentó y me abrazo, mientras me distraje al sentir su respiración en la nuca sentí como sus manos me quitaron el brassier, colaboré estirando mis brazos para que ya no estorbara; me volvió a abrazar y ahora me daba besos en cuello y bajo para dármelos en los pechos, succionaba mis pezones con mucha delicadeza y luego les dio pequeños mordiscos; Loreto no podía mantener sus manos quietas porque me acariciaba tanto la espalda y bajó sus manos para acariciar mi cintura, finalmente me quitó las bragas.

Me pidió que me acostara y lo hice, separo mis piernas y empezó a penetrarme de manera lenta, pero luego me preguntó que si quería con más fuerza a lo que acepte –tan divino Loreto, enfocándose en el placer de ambos- y así estuvo unos minutos más, me puso en distintas posiciones en donde a veces le ponía mis pies de aretes o él se ponía detrás de mí a tal punto que sentía su respiración acelerada. El clímax de la noche fue cuando Loreto y yo estábamos en posición de la flor de loto, estaba acariciándole el cabello de Loreto y él me estaba acariciando la espalda, lo curioso es que ya habíamos acabado ambos… pero nos manteníamos en la misma posición porque así podíamos hablar frente a frente y nos gustaba hablar así, también por qué él así podía estimular de nuevo mis zonas erógenas.

Finalmente, él decidió sacarlo y lo hizo. Veía que él ya se iba, pero me entró el impulso de pedirle que se quedara a dormir conmigo y aceptó. Nos quedamos hablando de nuestra vida y nuestros gustos hasta la hora del conticinio, el me ayudo a tener un orgasmo y se comunicó conmigo, por eso le di consejos durante y después de las relaciones, la pase bastante bien y le recuerdo con mucho cariño.

 

Por Angélica González "Marcela Casiopea"

Nació el 15 de noviembre y tiene 19 años, actualmente se encuentra estudiando la carrera de letras. Durante un tiempo trabajó haciendo reseñas de películas en el colectivo hekate.



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