—Varulv Antikrist, una gran afrenta. Naciste el día en que llegó el nuevo mesías. Lo protegeremos, no podrás acercarte a él. —Urdab no lo soportó y le dio un puñetazo, dejando al eclesiástico sangrante e inconsciente en el suelo.
Una vez en casa, su mamá comenzó a notar en él una repentina palidez comparable a la de un muerto.
—Cariño. ¿Estás bien?
Confundido, Urdab se miró al espejo. Evidenció que sus encías y nariz sangraban abundantemente. Sus ojos irritados, sus uñas frágiles y un cansancio demoledor, lo llevaron a pensar que, de algún modo, la envidia proyectada por quienes le rodeaban comenzaba a tener un efecto malicioso sobre su cuerpo, como una necrosis que se iba consumando lentamente desde lo más recóndito de su alma. —No mamá, nada está bien. —Incapaz de decirle algo, se respondía en la mente.
Sentía una profunda tristeza, comparable a la que podría llegar a sentir ante la muerte de su progenitora. Pero no podía preocuparla por miedo a que empeorara. Urdab se recompuso, ocultó sus síntomas mientras su madre decía:
—Deberías ir a visitar al médico, pero ten cuidado en la calle, ¿escuchaste lo que están diciendo? —El ambiente entró en suspenso —Varios miembros de una banda de ladrones y algunos policías fueron asesinados por una bestia.
La descripción que la señora continuó narrando le hacía rememorar a aquel ser infernal que lo acechaba después de cada media noche. Urdab aterrorizado por el peligro que podrían estar corriendo sus allegados, acudió a su amigo Audo quien lo conocía desde su infancia…
—Cálmate, debes tener alguna de esas pestes que traen los extranjeros y se propaga por el aire.... Esos tipos de la iglesia, todos están locos... De seguro esos policías fastidiaron a algún animal y los amarillistas alteraron la versión de los hechos, tú más que nadie sabes cómo son... Siv no te quiere de verdad. Deberíamos ir a la Casa Amarilla por un trago y buena compañía…
Al traspasar la entrada de la Casa Amarilla, la música y alegría de los clientes pasaron desapercibidas ante la escena de la dulce virtuosa Siv, su novia, tan alegre como nunca, siendo penetrada por un ebrio. El dolor acumulado en Urdab durante años lo puso de rodillas, su sangre hirvió infinitamente mientras cromadas agujas salían de su epidermis, sus extremidades sangrantes se descarnaban a medida que crecían como garras y su cráneo se alargaba. Sentía cómo este se partía innumerablemente.
Brillantes ojos rojos, Urdab aulló en la oscuridad inexplicable que inundó el lugar, mientras todos salían despavoridos. Quien se consideraba un buen hombre ahora solo sentía que debía saciar sus ansias. La princesa pedía perdón mientras sucia se desmontaba de aquel vagabundo congelado de miedo. Un solo zarpazo de Urdab bastó para que la cabeza del hombre rodara en el brilloso suelo.
—¿Por qué huyes? ¿no dijiste que viniera por una callejera?
Siv retrocedía horrorizada. El monstruo que la había amado la tomo por la cintura y rasgó su poca ropa, acarició por última vez su rostro y de un solo mordisco en su seno le succiono toda la sangre. Rápidamente salió corriendo, dejando atrás su amigo Audo desconcertado.
Los vecinos no pudieron ver el arribo de aquel lobo que parecía ser alimentado por la penumbra de una luna llena eclipsada. Se fortalecía a cada paso que daba, el colosal percibía como aquellas electrizantes tinieblas agudizaban sus sentidos mientras lo hacían perderse en lo más recóndito de sí mismo…
—Ahora si maricón hijo de puta, ¿qué decía de mí? ¿qué me culeaba a las niñas de los alrededores? ¡Dígalo¡¡Todos saben que es usted quien se tira a sus hijos cuando su mujer se va! —Un puño bajo fue suficiente para que aquel vecino comenzara a regar sus entrañas, su último grito fue silenciado por las garras que marcaron su rostro.
—Venga malparida, ahora si puede decir que estoy loco y que me la paso corriendo sobre los tejados a medianoche, ¡ahora si va a poder dormir! —Una mordida en la yugular pintó de carmesí todo el lugar. La vieja de al frente se arrastraba, resbalando en su propia sangre tratando de pedir ayuda.
—Maldito inepto ¿creyó que no me iba a dar cuenta de que mientras yo hacía su trabajo usted me hacía quedar mal ante los patrones? —De pronto un buen samaritano intentó salvarlo disparando a la bestia. Pero las balas le rebotaban.
—¡Comandante! En seguida lo atiendo. —El monstruo arrancó las manos del vago a mordidas y lo arrojó fuera de su casa rompiendo la ventana. Después se dirigió lentamente hacia el “héroe”.
—¿Ya no es tan valiente con su arma verdad?, disfrutaba vernos de rodillas, quería que le pagáramos la gana cada vez que algo le disgustaba de mi mamá o de mi ¿no? —De un tirón arrancó las piernas del militar. Haciéndolo gritar imparablemente de dolor en medio de la oscuridad.
Momentos más tarde, Urdab antinatural se manifestó ante su madre. Asombrada dijo:
—Se cumplió, perdóname por no habértelo dicho, creí que eras el verdadero salvador, quería protegerte, pero aún no es tarde, por favor no te dejes llevar por la ira.
Repentinamente antes de que el licántropo pudiera decir algo, una flecha cromada atravesó el corazón de la mujer. Él la abrazó por última vez mientras descendía al suelo. Al darse vuelta, notó que la sagita fue disparada por un exorcista que quería matarlo. El último rastro de piedad en Urdab se largó para siempre.
Con el osado comenzó a dar un espectáculo de carne y vísceras haciendo volar sus pedazos por todo el lugar. La multitud aterrorizada rodeó la casa señalándolo. La repulsión en los rostros ofendía a Urdab, no obstante, pensar que la muchedumbre podría experimentar de sus garras el cúmulo de todas las desgracias que lo atormentaron, mientras un terror indescriptible los inundaba. Le permitía respirar el aire tan refrescante como si en su vida hubiera podido siquiera inhalar.
El morbo de la escena no permitió a los metiches pensar en sus destinos. Pese a la velocidad y casi intangibilidad del intimidante, varias personas lograron huir de la muerte, sin sospechar que aquel adefesio podía manipular las probabilidades y hacerlos agonizar ante los riesgos circundantes inmediatos.
Urdab entendió, Dios y su gente fueron los verdaderos traidores. Le arrebataron lo que más apreciaba, haciéndolo portador de una maldición que no merecía. Esto lo hacía debatirse:
—Que injusticia ha de circular por el mundo que los inocentes han de pagar con sangre lo que estos avaros y oportunistas rompen, mi alma desciende para renacer impío de las lóbregas llamas.
Bañado en sangre, de pronto tuvo una visión. Aquella luna eclipsada se bordeaba de símbolos paganos incandescentes que la convertían en un portal del cual emergía lentamente una presencia fantasmal, alada y cornuda que lo incitaba a la guerra contra la humanidad y todo ser vivo o muerto más allá de los límites del pensamiento. La locura, la rabia, lo hacían gritar y maldecir.
Ante el movimiento de las enormes y extensas cadenas de aquella presencia, los seres ensangrentados de sus pesadillas se materializaron allí. Entendió que su grandeza recién desadormecida rivalizaba con los engendros por el control del infierno en la tierra. Rugiendo se acercaban Tigerman, Sharkman, Bearman, Vulturman, Snakeman, Lizardman, Machineman e incluso un Motorman. Urdab sabía que solo él vencería en medio del caos, pues el lobo solitario “Varulv Antikrist” o Wolfman, su yo, quien lo acechaba en las noches, realmente tenía motivos para vengarse.
Al abrir los ojos en medio de la oscuridad cadavérica, los truenos descendían iluminando la figura de su primer adversario por el control del mundo decadente. La lluvia lo hacía veloz e inmune a la manipulación del azar. Las fauces de un escualo antropomorfo se abrían y cerraban rápidamente mientras que el licántropo apenas podía contrarrestarlo clavando sus garras entre sus branquias. El mundo comenzó a temblar y a agrietarse por sus rugidos y golpes carniceros.
De pronto los fallecidos comenzaron a levantarse. Se dispusieron a adorar de rodillas a una entidad misteriosa al unisonó de palabras ancestrales impronunciables que los hacia levitar. Algo que venía más allá de la luz y la oscuridad el espacio se aproximaba. La luna eclipsada se convirtió en un portal que mostraba la infinidad arremolinándose en una destrucción inconcebible que trascendía el principio y el fin de los tiempos.
Ante tal eventualidad los seres vivientes del lugar perdieron la cordura irreversiblemente y los aguerridos por el dominio del mal absoluto conservaron el control sobre sus propias mentes cayendo en la cuenta de que solo quedaría algo para gobernar si lograban derrotar a aquello que muy seguramente podría consumir hasta el último circulo del infierno en un parpadeo.
Sharkman, distraído cayó degollado por las zarpas de Urdab quien comenzó a succionar su sangre para asimilar la manipulación de la lluvia y las corrientes oceánicas. Al alejarse del cadáver, Urdab pudo notar que este comenzó a tomar la apariencia de un simple hombre. Un pobre miserable quien quizá en vida fue tan ingenuo y desafortunado como él.
Rápidamente aquel portal se cerró. Los cadáveres cayeron al suelo y la luna llena retornó a su normalidad, iluminando las calles. Urdab infirió que, por alguna razón, el encuentro con Sharkman hizo que la entidad amorfa del portal se aproximara más a la tierra. Debía estar preparado para la llegada y más que adueñarse a la fuerza de los poderes de los demás engendros, él debía ir por la cabeza del mesías, quien muy seguramente tendría corriendo por sus venas la clave para salir victorioso en la batalla final y así hacerse con el dominio absoluto de los reinos.
Por Geral Stivens Galán García
(Bogotá, Colombia, 1988)
Licenciado en Educación Básica con Énfasis en Matemáticas (Universidad Distrital Francisco José de Caldas). Especialista en Currículo y Pedagogía (Universidad de los Andes). Es un escritor e ilustrador colombiano que combina el género de terror, policiaco y ciencia ficción en la búsqueda de un estilo único para sus obras las cuales constituyen un único universo. Desde el 2016 ha trabajado en sus personajes y ha publicado en distintas revistas de terror, ciencia ficción y erotismo. A finales de 2023 publica en libro físico los cuentos “Esto es para ti, pues el mundo nos debe” en la editorial Palabra Herida, “Armamento robótico Monitor de Amenazas” en la editorial Mítico y "Las ánimas de Santa Rosa" en la editorial Letras Negras Colombia.
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