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Veredicto final

Cuando entraron al sótano de aquel edificio, lo que encontraron les heló la sangre. Varios prototipos de clones de la señorita Rodríguez y su bebé aparecían dentro de probetas de cristal. El asombro ante semejante revelación no dejaba de ser mórbida y extraña.

—¿Por qué crees que haya creado esto el doctor Gilberto Mendel? —preguntó uno de los inspectores.

—Los archivos indican que cuando el doctor perdió a su familia dentro de aquel transbordador a Marte, su trauma fue tal, que se dedicó a duras investigaciones para hallar la manera adecuada de clonar a su mujer e hijo.

—¡Qué hombre tan extraño! Tener que revivir a su familia para tenerla y perderla una y otra vez. ¿Cómo podía soportar que los clones solo vivieran unos meses?

—Al principio eran solo semanas. Debió perfeccionar su técnica para alargar su vida hasta un poco más de tiempo —mencionó el inspector Gabriel al observar las libretas de notas que yacían sobre los tableros de comandos.

—Lástima que no vivió lo suficiente para completar su tarea. Resulta desconsolador saber que su propia esposa lo matara.

—Sin duda, pero... posiblemente ese prototipo pueda sobrevivir más tiempo. De todas formas hay que buscarla, hasta dar con su paradero.

Los dos agentes volvieron a reproducir las cintas de seguridad y lograron notar cómo aquella mujer, apuñalaba al doctor por la espalda, mientras el hombre trabajaba en su laboratorio. Aunque la evidencia era certera ante el crimen, la acción era analizada. ¿Qué era más ilegal? ¿Clonar por irrepetibles ocasiones a su familia o el crimen de su propia creación?

Indudablemente, aquello era un homicidio. Matar o ser creado, la resolución del caso era evidente. Tenían que encontrar al clon de Mónica Rodríguez y su pequeño bebé. Ahora mismo eran fugitivos de la ley, más allá de una abominación de la ingeniería genética.

—Espero que podamos hallarla antes de que muera. Sería interesante conocer los motivos cognitivos que le obligaron a llegar a esa acción.

—Tal vez, simplemente lo vio como la mejor manera de terminar con el sufrimiento de su marido. Ahora mismo, ya debería estar en paz y en la otra vida con las almas de su legítima familia.

—Esperemos que sea así.

Su compañero escaneó cada rincón del lugar y subió la información a la base de datos. Cada metadato sería útil para una investigación más profunda.

Gabriel contempló por última vez aquel recipiente de cristal con los cuerpos de la mujer y su hijo. Le impresionó los detalles perfectos que cada uno tenía, con la simple diferencia que no poseían un ombligo como tal. Los relieves de su piel eran exactas y también los rasgos de su rostro. Comparó los aspectos del clon con una amplia fotografía familiar que colgaba en medio del laboratorio, un pequeño escalofrío le recorrió el cuerpo.

—Pobre tipo... descanse en paz, doctor Mendel.

Tras aquello, los agentes salieron del lugar y todo el material fue confiscado para posteriores investigaciones. Ahora toda la comunidad científica y policíaca, buscaba incesantemente a los dos clones.

Ante el avance de la investigación, los sistemas de vigilancia artificial que observaban a toda la ciudad no tardaron mucho en dar con los sospechosos. Lo que para un híbrido ser humano podría suponer una facilidad para desplazarse en la ciudad con la mayor naturalidad posible, los sofisticados sistemas de ojos de seguridad la localizarían tarde o temprano. Su falta de juicio y sentido común dentro de una sociedad avanzada la había puesto en severos aprietos.

Un grupo de agentes la capturó en el Aeropuerto Internacional de Ciudad Diamante, la mujer con sólo gafas, una bufanda y maquillaje, trató de pasar desapercibida, pero todo había sido un fracaso.

El comandante Carlos Olivos estuvo a cargo del caso y tan pronto supo de su captura, pidió rápidamente un interrogatorio con la occisa.

Cuando el hombre entró, unos reflectores cegaron a Mónica Rodríguez por un instante.

—Buenas tardes, señora Rodríguez. Mucho gusto —saludó y fue recibido con el rostro enfadado de la mujer.

—¡¿Dónde está mi bebé? —reclamó y golpeó la mesa de metal.

Carlos la miró con seriedad y dijo:

—Es interesante que se preocupe tanto por un clon de su susodicho primogénito. Ahora mismo no se preocupe. El niño está en la guardería bajo observación.

El comandante hizo aparecer una pantalla flotante y dejó ver a la sección de cuidado infantil. La mujer se relajó tras ver eso, pero se mantuvo en silencio.

—Hasta este punto, creo que usted no puede refutar los veredictos de culpabilidad. Pero le haré la pregunta, ¿por qué mató al doctor?

Mónica lo vio con una cara de asco y repulsión.

—¿Acaso no han visto la fosa séptica debajo de los laboratorios con las decenas de clones fallidos en putrefacción? ¿A ese grado no sería un mayor crimen jugar con la reencarnación de un par de seres humanos? —exclamó agitada y luego tomó aire para proseguir—. En ese instante puse fin a su miseria. Lo único que necesito es iniciar una vida nueva con mi hijo y olvidar lo sucedido.

Olivos analizó el testimonio y fue anotando todo en su tableta holográfica, mientras revisaba los archivos del caso, donde aparecían las fotos de los cuerpos fallecidos.

—Su testimonio es importante para nosotros. Aunque ciertamente el pozo séptico existe. No podemos dejar libre a un clon homicida. ¿Y sí usted vuelve a causar un crimen?

—¡Jamás! Solamente quiero vivir en paz, oficial.

—La entiendo, señorita. Ahora mismo, usted pasará a una valoración médica y psicológica en el Psiquiátrico Esmeralda. Cuando tengamos un dictamen favorable, valoraremos nuevamente su libertad —explicó el comandante Olivos con seriedad, tras ello encendió un cigarrillo y se paró.

Mónica alcanzó rápidamente su brazo y habló:

—Usted debe entender que soy más una ciudadana convencional, que un simple clon. Al conocer el avance de las investigaciones del doctor Mendel, puedo decir que perfeccionó su trabajo al máximo. Él me decía que yo era su premio Nobel —mencionó y luego bajó la cabeza con tristeza—. Lamento mucho que todo terminara así. Debe comprender que puse fin a su sufrimiento…

Las cadenas de energía se habían tensado y poco a poco empezaron a quemar la piel de la chica. Ella volvió a sentarse.

—No se preocupe, señora Rodríguez. Tan pronto sepamos su condición, podremos decidir realmente qué hacer con usted. ¡Buena tarde!

El comandante se retiró y unos médicos entraron a la cabina tras él. Aunque sentía pena por ella, siempre se debía poner a prueba los protocolos de seguridad de la fiscalía de la Federación. Pensaba con perturbación el grado de autonomía mental que podían tener aquellos productos de la ingeniería genética, lograba sentir un poco de temor de lo que podría desembocar en el futuro con más individuos como ellos.

Meses más tarde la mujer y su niño fueron liberados bajo un estricto régimen de vigilancia. Las dos vidas que habían sido sepultadas alguna vez, ahora volvían a tener una oportunidad más de elegir su destino.

 

Por Ajedsus Balcázar Padilla

(Tuxtla Gutiérrez, 1993)

Escritor mexicano de ciencia ficción, terror y fantasía. Maneja la revista de literatura fantástica El Axioma. Ha sido publicado en diversos medios digitales y forma parte de antologías como; "Solar Flare-OVNI" de Editorial Solaris de Uruguay(2020), "Error-404: Vínculo no encontrado" de Editorial Libre e Independiente de Perú (2021) y "Viajes en el tiempo" de Editorial El gato descalzo de Perú (2021). Autor del libro “Mis tristes memorias eléctricas” disponible en Amazon.

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