Una comunidad puede marchitarse en un abrir y cerrar de ojos, encerrarse en sí misma como tortuga en su caparazón. Esto fue lo que le sucedió al pequeño pueblo de Nolver un aciago lunes de julio.
El inicio de todo fue a causa de una discusión de pareja y una fiesta con manantiales de alcohol. Un combo que unido a un instante desafortunado del destino, desataron la tragedia.
Rodolfo debió quedarse a dormir en la casa de su amigo. No estaba en condiciones de manejar hacia su hogar y lo sabía. Debió hacerlo. (No lo hizo.)
Carla no debió ir esa mañana al trabajo. No había logrado pegar un ojo en toda la noche por culpa de la pelea con su novio. Estaba triste y cansada de tanto llorar. Tendría que haber llamado al colegio y reportarse enferma. Tendría.( No lo hizo. )
Hay segundos que pueden congelarse en el tiempo, quedarse suspendidos en la eternidad. Momentos que acarrean desolación, pesares y muerte. Ese instante estaba a punto de ocurrir.
El bus escolar se encontraba lleno aquel lunes. Siéntate conmigo le había pedido Mariana a Carlos su hermano mayor. Sin embargo este no había cedido a tal petición. Que dirían sus amigos si viajase con su hermanita. De seguro las bromas no
tardarían en llegar pensó. No viajó con Mariana.( Debió hacerlo. )
07:37. AM.
El micro recorre su trayecto habitual, escasos minutos separan a los alumnos de otro día de estudios. Los recreos además esperan el estallar de diversión, chismes, risas y amoríos. Pero no, aquel día nada de eso ocurrió.
La temperatura es bajo cero, la nieve cubre la ruta a ambos lados del camino. El blanco pinta el paisaje, tanto abajo como allá arriba en las montañas. Carla no aguanta más del sueño, trata de no dormirse. Abre la ventanilla y la ventisca de hielo golpea su rostro. Los chicos de adelante notan el frío adicional, ella los observa por el espejo retrovisor. Parecen irritados ante este hecho. La vuelve a cerrar. ¡!Maldición!! Debería parar a la vera de la ruta, dice para si. Debería. (No lo hizo.)
Cuando Rodolfo ve el enorme gusano naranja de metal venir hacia él, ya es demasiado tarde. Sus reflejos aún nadan en etílico. Quiere dar el volantazo. Lo da. No es suficiente. El estruendo es impactante, su cuerpo hace simbiosis con los fierros del auto. Muere al instante. Tal vez sea lo mejor para él. (Tal vez.)
Es tan solo un cierre de ojos que se extiende de más. Cuando Carla observa el Renault blanco la suerte ya esta echada. Se encuentra cercada. De un lado el auto, del otro las barandas del puente. Su mente trabaja a mil por hora. Busca una solución. Gira el volante. Elige. (Lo hace mal.)
El choque llega igual a pesar del volantazo de último segundo, es menor eso sí. El Renault da de lleno con el lado izquierdo del micro, este choca contra las barandas del puente que salen disparadas hacia el precipicio, quiebran el hielo y se hunden
en el lago. Las pocas vigas que aún permanecen en el lugar, de a poco van cediendo ante el peso excesivo.
Los gritos desgarradores de miedo de los chicos aún hoy, después de tantos años pueden escucharse. Hay automovilistas que juran haberlos oído.
Carla esta en shock, su cabeza sangra y su mente no logra reaccionar. Luego un grito profundo en su oreja y un bofetón la sacan de su laberinto. Es Carlos. Les dice a todos que deben salir. Nadie se mueve. Todos tiemblan. Los hierros salvadores caen luchando, quizás consientes de lo que estaba en juego. Las ruedas delanteras resbalan, el bus va hacía la nada. La nariz del micro ya vuela sobre el aire. Unos centímetros más y va a irse inexorablemente para abajo. (La muerte se relame.)
Carlos mira a su hermana, está atenazada a su asiento en la parte trasera del bus y no logra escucharlo a causa del caos reinante. Toma una decisión, irá tras ella. La sacará de allí aunque pierda su propia vida en el intento.
Carla ve con desazón que salir por la puerta delantera es imposible. Un suicidio. El hermano mayor llega al fondo, mientras tanto el gusano de hierro pierde agarre. Comienza a balancearse como lápiz sobre un dedo. Le dice a Mariana que no tema, que escaparan de ahí. La parte de atrás se eleva cada vez más como un Titanic urbano del siglo XXI. Ya casi no queda tiempo, la caída es inminente. El joven intenta mover la palanca de emergencia de la ventana de atrás. No puede. Esta atascada. Llama a su amigo Ismael pero este parece clavado al asiento y lleva la mirada perdida. Como esperanza de último minuto llega Carla quien ayuda a Carlos y juntos logran, por fin , abrir la ventana. Ahora sí la salida está al alcance. Una niña de nombre Etelvina no duda y salta hacia al pavimento. Carlos toma la mano de su hermana, se disponen a salir
cuando un fuerte movimiento los sacude. El micro esta a punto de irse hacia el mar de hielo. El joven pierde la mano de su hermana, de repente siente un empujón que lo envía al lado de Etelvina. Carlos grita por Mariana, ella lo mira triste desde el bus. Carla luego de empujar a Carlos, hizo lo que quizás la mayoría habría echo, trato de sobrevivir. Saltó del rodado en el preciso momento en que este se desplomó . Gorras y bufandas danzaron en el aire, cual birretes en graduación. Ojalá pudiese decir que algún superhéroe, tipo Superman o el hombre araña hubiese aparecido para salvar a los estudiantes. Quisiera decirlo. (No puedo.)
– quiero vale cuatro- dijo la muerte. y ganó.
Me dormí!!!, Me dormí!! Le oyeron decir a la desdichada chófer. Fue llevada a la comisaría del pueblo. Amaneció al otro día colgada en su celda con una sábana en su cuello . Se suicidó dijeron…. Nadie investigo. A nadie le importó. Nadie la lloró.
Han pasado cinco años de la tragedia. El silencio todavía ronda a Nolver. Familias destrozadas. Mudanzas en caravanas cuál cortejo fúnebre que intentan huir del doloroso recuerdo. Niños perdidos como los de Peter pan que ya no volverán. También llegan aires de renovación, personas nuevas que tratan de devolverle algo de alegría al pueblo.
Un año atrás, en el cuarto aniversario Etelvina dijo basta. Fue otro uppercut al mentón de la comunidad. Noches de pesadillas constantes con las caras de sus amigos que la llamaban. Le pedían ayuda. No lo soporto más. Un cóctel de pastillas y vodka la hizo emprender una carrera hacia el
reencuentro con sus compañeros. Chau noches sin dormir. Hola al más allá.
Carlos ha quedado como único sobreviviente. Su temperamento se fue pudriendo cuál leche en una heladera descompuesta. Transita su último año de secundaria, todos lo ven y no lo ven al mismo tiempo. Es como un fantasma que camina por los pasillos, uno de los tantos seguramente. No se
esfuerza en estudiar, no es necesario. Sus maestros lo cubren, lo aprueban. Es como un acuerdo tácito. Un mínimo regalo a tanto sufrimiento. No estudia, apenas si habla. El horizonte de Etelvina está cada día un poco más cerca de él. No contaba
sin embargo con la aparición de un angel caído del cielo.
La profesora Marta del castillo cayó en el colegio cuál Mary Poppins, tras la jubilación del profesor Brizuela. Nadie sabía de donde provenía, su vida era un total misterio pero sus referencias excelentes. Marta tenía bien en claro donde se metía, todo el país conocía aquel fatídico accidente de hacía cinco años. Comprendía que la escuela era aún un enfermo en recuperación, la herida era gigantesca y todavía no estaba cicatrizada. Ella quería ayudar a sanar aquel dolor. Sabía por donde empezar.
Carlos observó la hoja con el uno que destacaba sobremanera y por primera vez desde mucho tiempo, descubrió la cara de la nueva profesora. La miró y sonrío , luego con mirada desafiante rompió la prueba frente a ella. Esta permaneció impasible y lo invitó a dirigirse a la dirección. Los demás alumnos no podían creer aquella inusual situación. Carlos salió soltando carcajadas, cerró con fuerza la puerta y volvió momentos después con el director, quien también invitó a la profesora a pasar después por su despacho.
Que ha sufrido mucho, que hay que ayudarlo, que pronto se irá de aquí y ahí si quizás las cosas cambien, bla , bla, bla. El monólogo del director parece no terminar. Ella escucha pero no está de acuerdo. Esgrime su parecer, no le están haciendo ningún bien. Esto es fácil profesora usted lo aprueba, el año termina , el se gradúa y todos contentos. Fin de la discusión le dijo.
Las hojas del calendario fueron cayendo como soldados en emboscada. Marta no se rendía, clase a clase invitaba a Carlos a contestar sus preguntas, lo desafiaba. Sabía que era capaz. El último trabajo práctico trajo un siete ( regalado por supuesto) , pero con una frase adicional. “ estás desperdiciando tu vida, tu hermana estaría muy decepcionada”. Carlos duda si debería o no denunciarla. De seguro la despedirían. No puede hacerlo. Sabe que ella tiene razón, él está vivo. Sus amigos no. Siente culpa. Debió morir con ellos. No lo hizo y aún así no les hace honor malgastando su vida. Solo se compadece. Se ha convertido en un ser inanimado, un ente igual que sus padres. Ellos ya se dieron por vencidos hace mucho, exactamente el día del accidente. Él no lo hará. Mariana no querría eso. Mañana será otro día. El será una persona nueva. Se los debe.
Marta corrige una nueva tanda de pruebas en su casa, dubitativa y con cierto aire de ilusión toma la de Carlos. Se sorprende. La ha hecho por completo y bien. Un par de errores pero nada serio. Le pone un merecido nueve. Marta se siente orgullosa, su misión empieza a dar frutos.
Dos meses han pasado desde aquel nueve , la relación entre profesora y alumno, se ha convertido a confidente y oyente y luego en amistad. Carlos ha entendido el valor de el esfuerzo, el de nunca rendirse, el de continuar peleando a pesar de la
desazón. Se gana sus notas. Ríe y juega con sus compañeros. Esta por dejar atrás sus penas y su auto compasión. Ya casi es el Carlos pre choque. Casi.
Marta se dió cuenta que algo no andaba bien en los últimos días. Carlos ha estado muy taciturno, metido en si mismo como antes, Se ha cerrado una vez más. Luego de varios intentos por fin este le confiesa el porqué del retroceso. Mañana sería el cumpleaños de Mariana. Cumpliría trece. Cumpliría. (No lo hará.)
Al otro día el joven no acude al colegio, algo entendible debido a la fecha, sin embargo la profesora no está tranquila. Dentro suyo intuye que su alumno- amigo la necesita. Una imagen cruza su mente. ¿ Será posible? Se pregunta. No piensa quedarse con la incógnita. Sale de la escuela sin avisar. No le importa. Tal vez nunca regrese.
Carlos agarra uno de los tantos peluches que adornan las barandas ( ahora reforzadas) del nuevo puente. Cartas y dibujitos también decoran el trágico lugar. El joven rompe en llanto. La angustia lo sofoca, presiona su garganta. Lo tortura. No se resiste y mira hacia abajo. No hay hielo en esta época del año, pero el agua igual debe estar helada piensa. Los pensamientos funestos lo invaden. Trata de alejarlos pero es en vano. Se sube a la baranda. Un salto y todo acabará. La cara de sus padres aparecen ante sí. No puede hacerles eso, ni a él mismo. Se da cuenta que casi comete una estupidez. Baja una pierna pero resbala , cae hacia el lado del precipicio, se logra sostener con una mano pero todo su cuerpo está en el aire. El miedo lo aprisiona , va a morir. Sus dedos comienzan a flaquear. Uno a uno se van desprendiendo como pétalos de margarita de un eterno enamorado. Va a caer. Cierra sus ojos. Se despide. Cae.
Despierta sobre la vereda sin saber como ha llegado hasta ahí, se levanta y sigue camino. Llega a su morada. Abraza a sus padres y les dice que los ama. La idea del suicidio ha quedado enterrada para siempre.
Luego de una noche de descanso va en búsqueda de su profesora, necesita contarle todo lo ocurrido ayer. No la encuentra. Nadie la ha visto desde que abandono una clase sin permiso. Nunca más se supo de ella. Sin embargo Carlos la siguió viendo, aunque en sueños. Cada noche era igual, ella
lo sujeta mientras se precipita hacia abajo. Lo agarra por la cintura y volando como si fuera el hombre de acero lo deposita en la acera. Lo salva. Siempre igual, siempre el mismo final.
Veinte años le ha tomado a Carlos develar el misterio de la desaparición de Marta. Después de tanto indagar por fin pudo dar con un familiar de ella, una prima. Por desgracia la dirección que le facilita es la de un cementerio. Ha muerto hace mucho tiempo. Murió como una heroína le cuenta. Falleció salvando a una niña de un incendio. Desafortunadamente decidió volver a entrar para sacar al abuelo de la pequeña y ambos murieron cuando se desplomó el techo del departamento. Por suerte la niña vivió. Marta fue su angel guardián le dice la prima de Marta. Él lo creé. Está convencido de que lo fue. Al fin y al cabo también lo fue para él.
Sentado frente a la lápida de su antigua profesora, Carlos le da las gracias por todo. Le cuenta que tiene un muy buen trabajo. Que ha formado una familia. Que tiene dos preciosas nenas de nombre Mariana y Marta. Que es feliz y que jamás ha podido olvidarla. Se levanta, le dice adiós. Besa con su mano la placa de mármol. Se aleja pero algo lo perturba. Regresa. Vuelve a mirar la inscripción de la lápida. Ve las fechas y queda perplejo. No puede ser, es imposible!!! Según la placa Marta había
muerto dos días después del accidente de su hermana. No pudo estar viva cuando enseñaba inglés. Carlos en ese momento comprendió todo. Marta del castillo había sido un angel todo el tiempo. Uno de verdad.
Por Patricio Scarfo
Soy de Lanús provincia de Buenos Aires Argentina. Tengo 42 años y leo desde los 10. Comencé a escribir cerca de mis 20. Escribo cuentos de suspenso y terror pero aptos para todo público. Mis escritores favoritos son Edgar Allan Poe y Agatha Christie.
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