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Arte anónimo: una estrategia femenina

Mujeres: figuras de inteligencia, talento y ambición, atributos que antes eran válidos solamente para los hombres. La historia ha colocado al género femenino en un papel específico, desde que tenemos registro hasta nuestros tiempos, y cómo dice el viejo dicho “para entendernos a nosotros mismos, debemos saber nuestra historia”. Por lo tanto, empecemos por ahí.

Décadas de ser el papel secundario

En la Prehistoria las mujeres fueron las encargadas de la crianza, administración y recolección, todas aquellas tareas que involucraban permanecer en el hogar. Más adelante, en la Edad Antigua, dichas percepciones respecto a la figura femenina fueron recalcadas y repetidas, y ellas debían estar en el hogar mientras ellos iban a luchar o decidir el futuro de su pueblo, puesto que su voz era la única válida. Cuando llegó la Edad Media, después de la caída del Imperio Romano de Occidente, inició una serie de ideologías que ocupaban a la mujer cómo objeto de pecado, además ellas debían cumplir con todos los deseos de los hombres, en especial de su esposo o padre, pues eran su prioridad (Delgado, 2021).

Las mujeres no podían pensar en ellas mismas antes que en todos aquellos hombres en su vida

Ya en la Edad Moderna ocurrió la tan retratada y apabullante cacería de brujas, época que llevó a la muerte, gracias a las supersticiones, a cientos de mujeres que ejercían medicina, astronomía, matemática u otro tipo de ciencia. Posteriormente se permitió el acceso a la educación básica y cierta independencia económica, y a partir del siglo XVIII y XIX hubo unas cuentas más relativas mejoras, llegando incluso a movimientos base para lo que hoy es el feminismo (Delgado, 2021). Sin embargo, aún había opresión hacía la mujer en el ámbito laboral, económico, educativo y político, lo que en conjunto nos lleva al tema que nos atañe, el ámbito cultural y artístico.

Ahora, en pleno siglo XXI, dicha situación no ha cambiado enteramente, aún hay discriminación y sexismo altamente marcados en la sociedad. Suena repetitivo ¿no? Podría llamarse incluso lógico con dichos antecedentes, pero es importante tener en mente cómo se fue estableciendo cuál tenía que ser la participación femenina en la vida cotidiana para comprender por qué algunas mujeres, aquellas con el valor de salir del molde, tenían que hacerlo con mucha precaución.

Exponer su talento implicaba más problemas que ninguna otra cosa ¿cómo podría ser una esposa más inteligente que su marido? O una hija más que su padre y hermanos. 

Es en esta encrucijada cuando algunas toman la decisión de ser fieles a su talento, aun si ello implicaba dejar de serlo con ellas mismas y sus identidades. A continuación, veremos ejemplos donde no importa la época ni el espacio, llegaron a ser trascendentales en la historia del arte y su liberación femenina.


Las hermanas Brontë

Emily, Charlotte y Anne Brontë para la familia; Ellis, Currer y Acton Bell para las librerías y el resto de la sociedad. A las tres hermanas la literatura les apasionaba, crear era un acto de liberación y valentía, desde la poesía a la narrativa. Sus obras más célebres fueron Cumbres borrascosas (Emily), Jane Eyre (Charlotte) y Agnes Grey (Anne), todas publicadas bajo los seudónimos masculinos de las hermanas respectivamente (Estramiana, 2020).

En la época el arte producido por mujeres era censurado y enteramente ignorado. De hecho, Charlotte Brontë envió una colección de sus versos al poeta Robert Southey, quien le respondió: “La literatura no puede ser el negocio de vida de una mujer” (Miron, 2021). ¿Qué otros motivos necesitaron para verse obligadas a ocultar su identidad?


Margaret Keane

Pasamos del siglo XIX al siglo XX con Margaret Keane, una pintora que tuvo que usar el nombre e imagen de su esposo, Walter Keane, por una razón diferente a la de las hermanas Brontë.

Margaret tuvo una vida complicada, después de un matrimonio fallido y junto a su hija trataron de encontrar un modo de vida tranquilo, y al conocer a Walter, un artista de poca monta y vendedor de bienes raíces, pensó haberlo hallado. Sin embargo, ella también se dedicaba al arte del pincel, pero jamás pensó que sus obras llegarían a tener éxito. Hasta que Walter, ya su esposo, y abusando del hecho de que ella firmaba con el apellido Keane; comenzó a apropiarse la autoría de sus pinturas: retratos de mujeres, niños y mascotas con unos enormes y característicos ojos (BBC News Mundo, 2014).

Cuando la situación se volvió insostenible (pues Walter forzaba a Margaret a trabajar día y noche mientras él abusaba de distintas sustancias) ella decidió huir y divorciarse de él. Los años pasaron y el auge de sus obras disminuyó, es por ello que Margaret decide aceptar públicamente que todas las obras fueron hechas por sus manos, provocando asombro ante la sociedad estadounidense de los años setenta. Aún después de entrevistas, distintas pruebas y un juicio por difamación, Walter Keane jamás aceptó haber creado una farsa a costa del trabajo y explotación de su ex esposa (BBC News Mundo, 2014).


Josefina Vicens

Finalmente, cerramos aún en el siglo XX, pero ubicados en México. Josefina Vicens, nacida en Tabasco en 1911, fue la primera narradora en obtener el premio Xavier Villaurrutia en 1958 con la novela El libro vacío. Logró desempeñarse también cómo guionista, cronista taurina, crítica cinematográfica y como escritora de artículos políticos, siendo en estos últimos donde utilizó el seudónimo Diógenes García (Guerrero Arellano, 2021).

Josefina Vicens sí logró publicar y trabajar bajo su propio nombre, sin embargo, y también debido a la manera en que se menospreciaba la opinión femenina en el México de los años sesenta, tuvo la necesidad de ocultarse detrás de un nombre masculino. Y aunque en sus obras no se hablaba de la lucha de las mujeres por obtener mejores oportunidades, su ideología se vio reflejada en su trabajo cómo secretaria de Acción Femenil de la Confederación Nacional Campesina y en la Secretaria de Acción Femenil de la Federación de Trabajadores al Servicio del Estado, tratando de conseguir que las mujeres lograran igualdad de condiciones laborales, civiles y políticas (Guerrero Arellano, 2021).


Circunstancias y verdades

Cómo pudimos observar, hubo, hay y habrá más de una razón para que las mujeres tengan que ocultar su identidad. Es oportuno recordar que hubo muchas que jamás la revelaron. Su anonimato será eterno, ¿cómo sabremos alguna vez si nuestro autor favorito no es en realidad una autora?

 Entendemos sus motivos para ocultarse, pero no jamás dejarán de ser dolorosos.

Ya sea usando otros nombres, sus iniciales, inventando toda una línea de hermanos o utilizando el nombre y rostro de su marido, estas eran mujeres adelantadas a su época. Su talento y resistencia quedarán marcados en la historia para que hoy no permitamos que nadie más tenga que recurrir a estas prácticas.


Referencias de sitios web:

 

Por Abril Pulido Cuatepitzi

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