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La dualidad (el bien y el mal) en la obra La virgen de los sicarios

Actualizado: 1 mar

Fernando Vallejo crea La virgen de los sicarios a partir de tintes autobiográficos, aplicando un humor bastante oscuro y llevando al lector de lo celestial a lo infernal. En el inicio de la historia se presenta un escritor que regresa a su natal Medellín, la cual ha tenido un cambio radical ya que no es como el de su infancia; son los recuerdos del pasado que revelan una dualidad en la narración mostrando dos paisajes de una sola ciudad. El amor, odio y la adoración religiosa  suelen ser los sentimientos que mueven a los personajes por todo Colombia. Alexis (un joven sicario)  resulta ser el fiel acompañante de Fernando, revelando un amorío homosexual en medio del caos; y es que a través de ellos se descubren escenas violentas de la sociedad. Siendo esta misma la que termina con la vida de lo único puro que mantiene con alegría al escritor.

 

El personaje principal recibe tres golpes inesperados, siendo estos el resultado de la violencia y el narcotráfico; iniciando por la alteración de su Colombia “como se nos desbarajustó después Colombia, o mejor dicho, como se “les” desbarajustó a ellos porque a mí no, yo aquí no estaba, yo volví después, años y años, décadas, vuelto un viejo, a morir.”(Vallejo 8) La segunda escena trágica es la muerte de Alexis: “En los días que siguieron mi nombre dicho por Alexis en su último instante me empezó a pesar como una lápida. ¿Por qué si durante los siete meses que anduvimos juntos pudo evitarlo tenía que pronunciarlo entonces? ¿Era la revelación inesperada de su amor cuando ya no tenía objeto? Si así fuera, con ese nombre que apenas sí reconozco yo que no me atrevo a mirarme en el espejo, Alexis me estaba jalando a su abismo. Mi nombre en boca suya en el instante irremediable me seguía repercutiendo en el alma.” (Vallejo 86) Y el último  golpe se origina cuando Fernando descubre que su nuevo amor (Wilmar) es el asesino de Alexis.

 

La violencia y la figura del sicario son los elementos más importantes en la construcción de la historia, pues son estos los que deforman la vida cotidiana de la sociedad y al mismo tiempo dan origen a los nuevos cimientos del poder. Es gracias a la voz de Fernando que conocemos un Medellín tranquilo dotado de valores, aún con orden, respeto y apego a las instituciones gubernamentales y religiosas; pero tras el regreso de Fernando (ambientado en la década de los noventa) descubrimos el asentamiento de los grupos criminales, quienes se encargan de propagar el miedo y con ello reestructurar la convivencia religiosa. En donde los jóvenes ya no asisten a las iglesias en busca de un consejo, milagro o señal; sino más bien rezan y piden por los trabajitos  que tienen por encargo.

 

Los escenarios que nos presenta el escritor en su infancia pertenecen a espacios casirurales, sin que la modernidad aún toque sus valores, ya que la pobreza no está peleada con el materialismo. Con la llegada de lo urbano las necesidades (que suelen ser absurdas) cambian, las generaciones nacen heredando el deseo de lo novedoso; demostrándolo desde el nombre que sus progenitores eligen para ellos. “A mi regreso a Colombia volví a Sabaneta con Alexis, acompañándolo, en peregrinación. Alexis, ajá, así se llama. El nombre es bonito pero no se lo puse yo, se lo puso su mamá. Con eso de que les dio a los pobres por ponerles a los hijos nombres de ricos, extravagantes, extranjeros: Tayson Alexander, por ejemplo, o Fáber o Eder o Wilfer o Rommel o Yeison o qué sé yo. No sé de dónde los sacan o cómo los inventan. Es lo único que les pueden dar para arrancar en esta mísera vida a sus niños, un vano, necio nombre extranjero o inventado, ridículo, de relumbrón.” (Vallejo 7)

 

Alexis y Wilmar son los hijos ilegítimos del futuro, ya que salen de sus comunas solo para infundir caos, cuidando siempre sus espaldas y sin saber que les depara la vida. Aunque son muy jóvenes los amantes de Fernando, merecen todo el respeto porque son sicarios. “Son los nombres de los sicarios manchados de sangre. Más rotundos que un tiro con su carga de odio.” Este grupo se origina desde la perspectiva de Lander “como consecuencia de los requerimientos económicos que establece el valor social del sujeto, una de las estrategias más efectivas de la que se sirvieron los narcotraficantes fue la contratación de jóvenes de las zonas marginales para quienes es más difícil cumplir con el imperativo de poseer determinados bienes de consumo – zapatos, jeans y camisetas de marcas específicas, entre otras cosas– como certificación de ciudadanía” (Lander 167)

 

En el siguiente ensayo analizaremos la dualidad entre el bien y el mal en la Obra de Fernando Vallejo a partir de “la fusión entre la práctica religiosa y la violencia.” El título de la obra contiene en sí, una contrariedad que guarda lo bueno a través de elementos como “La virgen”, teniendo su contraparte “de los sicarios” figuras que resultan ser malas desde lo ético moralizante, debido  a que se desempeñan en trabajos ilícitos.

 

El lector descubre un ambiente de caos, a través de las caminatas que realizan Fernando y Alexis, quienes parecen ser los eternos transeúntes,  pues a partir de la cotidianeidad de los personajes nos enteramos de la situación política y económica de Colombia. Es a través del recuerdo del escritor ficcional, que conocemos la relación entre los feligreses de antes en comparación con la época de los narcotraficantes, en donde a pesar de que la modernidadha llegado a Sabaneta, todavía acuden los ciudadanos con devoción a visitar los templos. La evolución de la sociedad colombiana se contrapone con las palabras de Alain Touraine.

 

“La idea de modernidad reemplaza, en el centro de la sociedad, a Dios por la ciencia y, en el mejor de los casos, deja las creencias religiosas para el seno de la vida privada. No basta con que estén presentes las aplicaciones tecnológicas de la ciencia para poder hablar de sociedad moderna. Es necesario, además, que la actividad intelectual se encuentre protegida de las propagandas políticas o de las creencias religiosas; que la impersonalidad de las leyes proteja contra el nepotismo, el clientelismo y la corrupción; que las administraciones públicas y privadas no sean los instrumentos de un poder personal; que la vida pública y vida privada estén separadas, como deben estarlo las fortunas privadas y el presupuesto del Estado o de las empresas” (Touraine 2012).

 

A pesar de la transformación de Colombia en su estilo de vida, esta no puede considerársele del todo moderna por que la figura de gobierno como poder autoritario ha sido desplazado y la corrupción  ha tomado su lugar. Los intelectuales como Fernando pasan desapercibidos, solo ellos parecen ser conscientes por la lucha del conocimiento, la consciencia de valores entre otros. La iglesia aún es respetada por la comunidad, incluso ha sido reformulada para beneficio de los sicarios; con todo lo anterior podemos decir que los habitantes de Colombia no representan la urbanidad en este caso podrían ser tachados demarginales. Teniendo en cuenta que la violencia ejercida es la representación de lo negativo, Vallejo transmite al lector cuadros que parecieran ser el infierno. Entre ellos se encuentran, la muerte del mimo, de la mesera y la de Alexis.

 

Las comunas son los hogares de los sicarios construidas en la zona alta, al margen de la ordinaria comunidad y a pesar de ello se mantiene un orden implantado por amenazas; pues ningún desconocido puede entrar en los territorios. Al bajar los sicarios al centro de laciudad ensucian todo; según vallejo “la multitud invade, lo empuerca pues son la chusma”. Ante esto Fernando se encuentra en desacuerdo con la reproducción de la clase marginal por ser la plaga de Colombia. Tales pensamientos exponen al escritor como un humanoextraño ya que a pesar de mantenerse casi fiel a sus recuerdos decide vivir en el Sabaneta infernal. Con la aparición de cárteles en Colombia, surge una nueva forma de escritura, denomina sicaresca. Para Lander las historias que se centran en los grupos delictivosresultan ser; “la ausencia de arrepentimiento por parte de los asesinos protagonistas cuestiona el razonamiento moral y ético de la sociedad que los produce. De esta forma, el matiz particular que en estas novelas toma la inexistencia de remordimientos, es el aspecto que marca la especificidad genérica de la sicaresca. En el juego de espejos que construyen estas obras con los conceptos de la víctima y el victimario, el espacio vacío que deja la falta de condición y que se espera lo llene el intercambio simbólico de una disculpa, pone en evidencia la realidad yuxtapuesta e irreconciliable de las dos caras de la ciudad. Porque la sicaresca construye la posibilidad de un precario diálogo entre personajes de las comunas y de la ciudad, las víctimas esperan de sus agresores una exculpación, y el hecho de que ésta nunca aparezca hace visible la confusión de identidades que plantean estas novelas. ¿Quién es quién? ¿Quién pide perdón a quién?” (Lander 168)

 

En el caso de La virgen de los sicarios, el criminal se suele pacificar ante su  estrecha relación con la religión, valiéndose de ritos en donde se mezcla la violencia y lo sagrado,siendo estos; el uso de escapularios (protección), las balas en la cabeza como signo de cruz de ceniza, la preparación de la bala rezada y las procesiones (oraciones) que los sicarios hacen a la virgen.

“Las balas rezadas se preparan así: Póngase seis balas en una cacerola previamente calentada hasta el rojo vivo en parrilla eléctrica. Espolvorea luego en agua bendita obtenida de la pila de una iglesia, o suministrada, garantizada, por la parroquia de San Judas Tadeo, barrio de castilla, comuna noroccidental. El agua, bendita o no, se vaporiza por el calor del viento, y mientras tanto va rezando el que la reza con la fe del carbonero: <<Por la gracia de San Judas Tadeo (o el señor Caído de Girardota o el padre Arcila o el santo de tu devoción) que estás balas de esta suerte consagradas den en el blanco sin fallar, y que no sufra el difunto. Amén>>” (Vallejo 66)  

 

Fernando es creyente de la virgen del Carmen, pero a su regreso se refieren a ella como María auxiliadora “la virgen de los sicarios”, salvadora de los pecadores. Este símbolo representa la bondad y pareciera ser manchado por el indebido uso (nueva apropiación) que la han dado los habitantes de Colombia.

 

En la obra, Vallejo mantiene un discurso semejante al ruego, que al mismo tiempo se desdobla en maldición. Al inicio del texto encontramos un símil entre el corazón de JesúsSacramentado con la imagen de Colombia ensangrentada por la instauración del narco. Los ángeles que cuidan al intelectual nada tienen que ver con el bien, porque a su corta edad ya son expertos en matar. Los feligreses asisten a la iglesia para pedir milagros que tienden a caer en el materialismo y que al mismo tiempo se encuentran relacionados con violencia.

 

El intelectual a pesar de vivir en un ambiente cruel se ve recompensado con el amor de Alexis, el nombre de este personaje significa “el protector” y parece casi irónico ya que en la obra el joven es llamado como ángel exterminador. Un fiel amante, capaz de asesinar a cualquiera con tal de ver feliz al catedrático, sin importar la presencia de un mañana o un repentino fin. Generando en el escritor una esperanza de vida que es arrebata con la muerte del muchachito. La convivencia que se da con Alexis permite a Fernando la posibilidad de crear un vínculo entre la especie marginal, las balaceras e incluso adentrarse a las comunas; generando una contrariedad en la historia, puesto que del odio pasa al deseo. Repitiendo tal efecto en Wilmar. Para Locane tal sentimiento parte de una “dupla contradictoria de rechazo y atracción. Junto con Alexis aprende los códigos del espacio enrarecido que lo rodea y a interactuar con él. Gracias a esta suerte de (des)aprendizaje e impulsado por un deseo irracional.” (Locane 94)

 

Fernando y Alexis son lo contrario uno del otro, perteneciendo a estratos sociales diferentes; pero al unirse logran crear algo insólito entre tanta muerte. Al igual que ellos el bien y mal  cohabitan en Colombia, en las páginas de La virgen de los sicarios, estas dos fuerzas se juntan para no desamparar a los habitantes de las ciudades; por un lado María auxiliadora cuida del camino  que  recorren los criminales y por el otro, son los cártelesquienes propician la buena (el poder) vida para cualquier necesitado. El  sicario cumple la misma función en ambas partes, estar al servicio del prójimo.

 

Los resultados del trabajo del sicario van desde embellecer las iglesias hasta deshacerse de algún estorbo, cobrar deudas, minimizar la población y apagar las voces de los habitantes. Los muertos de Colombia no pueden ser escuchados debido a que han sido tapados con basura, acrecentando la propagación de la suciedad. Medellín ya no es ni será el de los recuerdos de Fernando. Y por consecuencia los habitantes dejaran sus lugares de origen en busca de otros, lo mismo sucede fuera de la ficción.

 

“Salí por entre los muertos vivos, qué seguían afuera esperando. Al salir me vino a la memoria una frase del evangelio que con lo viejo que soy hasta entonces no había entendido: <<Que los muertos entierran a sus muertos>> Y por entre los muertos vivos, caminando sin ir a ninguna parte, pensando sin pensar tomé a lo largo de la autopista. Los muertos vivos pasaban a mi lado hablando solos, desvariando.” (Vallejo 126)

Bibliografía

Herlinghaus, Hermann. “La construcción del nexo de violencia y culpa en la novela La virgen de los sicarios” Nómadas,  Universidad Central – Colombia, No. 25. Octubre 2006.

Lander, María. “La voz impenitente de la “sicaresca” colombiana” Revista Iberoamericana, Vol. LXXIII, Núm. 218, enero-marzo 2007

Locane,  Joaquín. “La virgen de los sicarios leída a contrapelo: Para un análisis del flâneur en tiempos de aviones y redefinición del espacio público” Vol. 7, número 9

Murillo, Javier. “La voz y el criminal. Un análisis de la virgen de los sicarios” Cuadernos de literatura. Bogotá (Colombia) 2001

Osorio, Óscar. “La Virgen de los sicarios y la novela del sicario en Colombia” Colombia, diciembre de 2013

Pérez, Andrés. “La virgen de los sicarios: representación antitética de la modernidad colombiana” Razón y Palabra, núm. 85, diciembre, 2013

Vallejo, Fernando. La virgen de los sicarios. Editorial punto de lectura, 2012

 

Por Minerva Juárez Cruz

Licenciada en Letras Hispánicas; tiene un diplomado en perspectiva de género. Se ha desempeñado como docente, tallerista y participado en varias lecturas de poesía.

En el 2018 aparece en la antología Viejas brujas II, mientras que en el año 2021,colaboró en el libro Emancipar los discursos. Fue seleccionada en la convocatoria Morelos 21: Memoria y Encuentro, en la categoría de cuento. Tuvo participación en el primer encuentro de Arte Emergente. En el año 2022 publicó el poemario titulado Seres complicados. Su nacionalidad es mexicana, reside en el Estado de Morelos; actualmente es docente y colabora en Aquelarre Editoras.

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