Contar historias puede ser una labor profundamente solitaria. Escribimos y borramos, editamos horas y horas de texto, video o sonido, o como Zoe Thorogood, intentamos capturar la realidad en un boceto. Perseguimos algo que sólo reconocemos al encontrarlo y confiamos en que eso nos ayudará a volver a ser parte de este mundo del que quizá tomamos distancia mientras buscábamos una perspectiva renovada. Lo que el filósofo y crítico literario, Jacques Derrida, dijo acerca de la escritura es aplicable a cualquiera que trate de contar una historia: si no nos desgarramos en el intento desesperado por alcanzar al otro, no sirve1. It’s Lonely at the Centre of the Earth (2022) es eso: en seis meses de su vida, la autora nos muestra, sin censura, la manera en que funciona su mente, humana y dolorosa, a veces oscura, pero honesta, como quien escribe seguro de que nadie lo va a leer. Porque como dice la contraportada: “no se suponía que este libro existiera”2.
Thorogood subtitula su libro “An auto-bio-graphic-novel”: una novela-auto-bio-gráfica, en un intento por traducir el término acuñado por ella con todos sus guiones intermedios y la complejidad que implica elaborar una obra de ese tipo. Primero, porque escribir de uno mismo cae en el extremo de lo subjetivo y lo banal de lo narcisista. Segundo, porque Thorogood no pasaba de los veintitrés años al intentar escribir esa biografía que, por fuerza, implicaba revisitar momentos de su infancia que todavía no terminaban de cicatrizar. Tercero, porque en esta época en que predomina lo visual, estamos tan saturados de imágenes que supone un reto encontrar una que realmente diga algo; no se diga, intentar relatar a través de imágenes. Y por último, porque como explica Milan Kundera, “la novela es una meditación sobre la existencia […] una interrogación existencial”3. Escribir una novela es lanzar una pregunta a un mundo que internet ha acostumbrado a recibir respuestas antes de pedirlas.
A pesar del colorido estridente, los trazos juguetones y las referencias a videojuegos y caricaturas, este no es un cómic para niños. La autora misma lo advierte en una nota al principio: ya que en este libro discutirá temas de salud mental, algunas partes pueden ser demasiado crudas, incluso para los adultos. En una hojeada superficial, seguro notaríamos ese esbozo de sonrisa llena de dientes, que transmite algo más bien opuesto a la felicidad y con que Thorogood representa a su depresión. Pero también notaríamos la persistencia de los colores y la belleza precaria de ese mundo que sobrevive bajo la amenaza permanente del suicidio, mientras Zoe Thorogood se pregunta por qué no puede simplemente ser feliz. Una pregunta que resuena a diferentes escalas a lo largo de la experiencia humana.
En su novela, Thorogood se desdobla y nos permite ver todas las Zoes que llenan su mente de conversaciones y hacen de esta una historia polifónica aunque se trata de una chica que pasa la mayor parte del tiempo a solas, casi sin salir de su departamento. La autora representa cada versión de sí misma con distintos avatares. Está la Zoe adolescente, apática y de mirada ojerosa; la Zoe tierna, con ojos kawaii, que se entusiasma ingenuamente con cada nueva idea; la Zoe adulta, de rasgos indefinidos, como una especie de boceto andante, que no sabe disimular su pesimismo y, finalmente, una Zoe intermedia que procura mantener al resto de sus versiones en orden mientras intenta funcionar en la realidad. Son sus interlocutoras, sus lectoras de prueba, sus críticas y jueces: así se construye una historia desde la soledad del centro de la Tierra.
Al reflexionar sobre su mente y sus emociones, Thorogood se percata de aspectos que había obviado sobre su proceso creativo y viceversa: al analizar cómo se construye una novela gráfica, Thorogood descubre cosas sobre sí misma. Si bien en la última época ha imperado la tendencia de separar al autor de su obra, It’s Lonely at the Centre of the Earth no sólo reafirma la existencia de su autora, sino que expone los aspectos más íntimos de la creación de una historia: el reverso de su trama, los agujeros en su argumento, las infranqueables contradicciones que implican ser humano, artista y real. Porque “contar historias a través del arte no es sistemático. Para mí es crudo, emocional y a menudo, desordenado. Transformar tinta en emociones que puedan ser comprendidas y sentidas por otros”4, es lo que la autora define como su objetivo. La conexión humana a que hacía alusión la cita de Derrida y a la vez un refugio de las potentes emociones con las que a veces no sabemos cómo lidiar.
Más allá de la depresión y la soledad, esta novela habla de la liberación que representa el acto creativo, en especial, para quienes se sienten demasiado atrapados en sí mismos: en la química venenosa de su cerebro, en los traumas de una infancia inescapable, o en las roturas de un corazón atravesado por rechazos y decepciones. Porque en el arte podemos ser algo distinto a lo que somos pero también podemos indagar en las profundidades de la experiencia humana y permitirnos sentir eso que a veces nos abruma. “Puedo ser lo que sea en mi página”5, escribe Thorogood. Y aunque el arte no cambie nuestro pasado ni nuestra realidad, si nos permite reclamarlo como nuestro y apropiarnos de nuestra propia historia. Si después de eso hay o no una moraleja, es lo de menos.
Notas:
1 Derrida, J. (1998). De la gramatología. Siglo XXI Editores, p. 355.
2 La traducción es mía. En el libro se lee: “This book was not supposed to exist”.
3 Kundera, M. (1990). El arte de la novela. México: Editorial Vuelta, pp. 81-82.
4 En inglés se lee: “Telling stories through art isn’t formulaic. For me it’s raw, emotional and often messy. Transforming ink into emotion that can be comprehended and felt by others”. Las cursivas aparecen en el texto original.
5 En inglés: “I can be anything on my page”.
Por Ana Laura Bravo
(Ciudad de México, 1994)
Profesora de medio tiempo y lectora de tiempo completo. Crecí en otros estados, siempre buscando algún camino de regreso a la Ciudad. Estudié literatura en la Universidad Autónoma de Querétaro y en la Universidad de Tarapacá en Chile. Actualmente estudio la maestría en docencia y estoy desarrollando una tesis sobre la enseñanza de la literatura en los bachilleratos técnicos. He publicado en algunas revistas y escribí mi primera novela, Volver al fin del mundo, con apoyo del Programa de Estímulos a la Creación y Desarrollo Artístico (PECDA) de Querétaro, la cual se encuentra en proceso de reescritura. La literatura es mi laboratorio de libertad y me gustaría que mis textos pudieran hacer que quien quiera que los lea se sienta escuchado.
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