top of page
  • Foto del escritorcosmicafanzine

Vi llorar a un hombre frente a mí

La primera vez que vi llorar a un hombre frente a mí, yo tenía quizás 8 o 9 años, mi mayor logro había sido aprender a amarrarme los cordones de las zapatillas sin ayuda alguna, y estaba por cambiarme de escuela una vez más. Aquel hombre imponente e infranqueable, era papá. El motivo, un sentimental largometraje puesto en la televisión que me cuesta recordar, pero descifro a la perfección el preciso instante en el que encendí las luces de nuestra sala al final del filme y vi su rostro empapado en llanto, y en seguida, una sonrisa gigantesca mirándome y mirando a mamá que se encontraba en el mismo estado. Justo ahí, descubrí que papá lloraba, por felicidad o tristeza, pero lloraba, descubrí que los hombres podían llorar sin disculparse por ello, como un acto natural y cotidiano, casi tanto como sonreír, o enojarse.

Pocos años antes de aquel suceso había iniciado la primaria, organizaron un paseo a un parque de diversiones dentro de nuestra localidad, y por evidentes razones, los padres debían acompañarnos, aún necesitábamos su supervisión. Mi madre no llegó a tiempo, a mis 6 años entendía que eso era una catástrofe, jamás había soltado la mano de mamá, ella era mi todo, mi compañera, mi otra mitad, mi salvadora; y yo un simple niño indefenso en un mundo caótico y desesperante que desconocía por completo, y ese día más que nunca lo sentiría así. El auto que nos transportaba pasó cerca de casa, vi a mamá corriendo sumamente apresurada en dirección a mi escuela, agarrando fuerte de su pequeña mano a mi hermana menor. Los segundos pasaban tan decisivos mientras visualizaba esa imagen, veía como rápidamente ambos nos alejábamos del otro. No me atreví a abrir la boca para intentar detener el auto y subir a mamá. Aún recuerdo ese momento del que siempre me arrepentí, como una pequeña herida que se fue abriendo hasta convertirse en una inseguridad. Es cierto que todo lo que nos pasa en la infancia nos marca de por vida, y ya jóvenes o adultos, con temor nos atrevemos a enfrentar aquellos episodios que por años ignoramos. Cuando por fin llegamos a nuestro destino, solo tengo un solo recuerdo del paseo, me veo a mí aterrado subiendo a los juegos, corriendo detrás de mis compañeros, queriendo divertirme junto a ellos, y en todos, o casi todos, ocurrió algo, un paso mal dado, una caída aparatosa, un golpe ahogado, un tropiezo humillante; hasta que el último dolor causado en una zona delicada hizo que me escondiera bajo uno de los juegos, para llorar tranquilo, para soltar esas lágrimas contenidas, en paz, y a solas, sin que nadie pueda verme, sin que nadie se atreva a decir que no solo lloraba por los golpes sino porque me faltaba mamá.

Tiempo después, 7 años después, papá falleció en un accidente en la carretera, la misma carretera que él mismo atrás del volante había transitado innumerables veces, el mismo camino que en algún momento fue su amigo, ahora lo traicionaba de la peor manera, la misma naturaleza que él tanto amó, ahora se lo llevaba, para siempre. En su velorio, no pude botar una sola lágrima, me quedé petrificado mirando el cajón y a él metido en ese lugar tan claustrofóbico mientras todos alrededor lamentaban en gotas y sollozos su pronta partida, y yo no podía dejar de pensar que todo no era más que un mal sueño, e iba a levantarse de ahí tarde o temprano. Para mí, papá era inmortal. Me quebré y me ahogué en llanto semanas más tarde, cuando fuimos a visitar el lugar de su deceso, la carretera, las montañas, y los abismos que lo vieron morir. Mamá me abrazó como si se abrazara a sí misma, y a su propio dolor, y yo me escondí en su pecho recordando que ahora la tenía conmigo, y que ella tuviera la edad que tuviera daría todo por mí y por nosotros. Esa fue la primera vez que me vieron llorar desde que era un niño sin mucha conciencia o recuerdos.

Todas estas memorias me trajeron este largometraje belga-francés de una hora y cuarenta y cinco minutos llamado CLOSE, que vi junto a mi madre y mi hermana. Partiendo de ahí es inusual, no suelo ver ciertas películas que me llaman la atención junto a ellas por temor a la incomodidad. Sin embargo, confiaba en este filme, sentí que nos brindaría una nueva visión a los tres, y quería brindarles eso a ellas, un mensaje potente, necesario. De cierta forma, y en muchas otras formas, fue hermoso compartir ese momento.

CLOSE es una obra bellísima y a su vez devastadora, nos hace preguntarnos qué tan felices y en paz estaríamos si viéramos todo a través de los ojos de un niño, de la inocencia, de ese amor y cariño puro y desinteresado que florece en esa edad antes de enfrentarnos a la odisea que es el mundo exterior tan contaminado existencialmente. Y esta película te cambia la vida, así como la vida de los protagonistas. Siento que no debo decir ni los nombres de los dos protagonistas principales, porque podrían ser dos niños desconocidos que tan solo no conocen la maldad y ni las oscuridades que inevitablemente les espera. Genera algo en nosotros que en un principio no sabemos detectar con claridad, porque se enfrenta a creencias que se han hecho tan normales en nuestro día a día, que millones de seres humanos no cuestionan porque deben ser así. Este largometraje tan bien cuidado visualmente nos pone frente a un espejo introspectivo para ver en nosotros el abismo de las creencias que hemos apañado y fortalecido. Sin gigantescos escenarios ni efectos especiales ostentosos logra penetrar en nuestro interior hasta nuestro lado más vulnerable. Dicha película es sumamente inteligente frente al espectador ya que nos muestra polos opuestos, la inocencia, y en un segundo acto, el quiebre de esta, el paraíso y el infierno. Los dos personajes principales que llevan en sus hombros toda la potencia de este mensaje, nos muestran en un inicio como se va solidificando su amistad y el enorme querer y hasta admiración que sientes por el otro, sin preocuparse por ninguna crítica o alguna posible vergüenza al ver dos niños tratarse con tanto cariño, ellos no conocen nada de ello, y mientras la obra avanza, deseamos que nunca conozcan esa crueldad, y vivan tan felices como se les ve. Pero como en la vida misma, nada puede ser tan magnifico, ambos deben ir a la escuela local, socializar con otros niños, aprender de los adultos, de sus maestros, de sus tutores, de los encargados de su educación. Y este es el punto de inflexión quizás más importante del filme, ver como todo lo sano que han construido empieza a perecer y a venirse abajo por hirientes comentarios de sus compañeros, por las miradas de los otros niños que vienen de hogares con formaciones incorrectas, machistas, homofóbicas. Y el aparatoso daño que causa a la sociedad la masculinidad tóxica, la forma como se encasilla los géneros de las personas y que es lo que les debe agradar, gustar, o de que deben disfrutar, para llegar a ser “correctos” y aceptados. Todo este colapso termina por separar una gran amistad y un verdadero amor, obliga a los personajes a ir por rumbos por los que no desean transitar, pero se sienten presionados y atados a seguir “lo establecido”. Al punto de que uno de ellos no quiere seguir portando esta mascara que tuvo que usar, y confronta a su amigo creyendo que él o ellos fueron los culpables del alejamiento, no reconocen que fueron presa de un sistema que los maltrata al punto de hacer de ellos personas distintas a las que sueñan ser. Este confrontamiento tiene un final desgarrador, un final que puedes o no ver venir, pero que sin duda te romperá en mil pedazos.

Probablemente aún me cueste expresar con claridad lo que siento, tal vez aún me es complicado creer que llorar no me hará débil, y quizás aún me falta mucho camino por recorrer para derribar estas barreras que desde niño creí que me harían valiente, no obstante, ahora reconozco que han sido mi más grande enemigo, el villano de nuestras historias, y el monstruo que se robó una de mis más grandes armas, mi vulnerabilidad.

 

Por Gabriel Orlando Regalado Montalvo

Escritor, poeta, columnista de la Revista digital Kametsa, integrante del Movimiento Cultural Internacional ERGO, y redactor principal de la página de noticias RSRD News. Egresado de la carrera de Administración de Negocios Internacionales. Tiene a su nombre una plaquette de poesía titulada: “La teoría del final” publicada en el mes de septiembre de 2022.

23 visualizaciones0 comentarios

Entradas Recientes

Ver todo

Comments


Publicar: Blog2 Post
bottom of page