Jñaa bichiá neza lua’
ni rini’ ca beleguí ca (Mi madre descifró para mis ojos
el lenguaje de las estrellas...) - Irma Pineda
Escribir se volvió un acto tan poderoso desde el día que las mujeres dejamos de ser las musas de poetas, cuando dejamos de escribir novelas con un seudónimo masculino y cuando decidimos ser las heroínas de nuestras propias historias. Narrar se volvió un acto de rebeldía contra un sistema que trató de limitarnos en todas las áreas posibles. A pesar de que estamos en pleno siglo veintiuno, con una nueva ola de feminismo, mujeres votando, estudiando y decidiendo, existe la marginación social, esa parte racista y machista en contra de cuerpos ya marginados de manera histórica desde el colonialismo.
En esa parte de México han intentado invisibilizar a cuerpos indígenas y afrodescendientes con atracciones turísticas para gente blanca que puede pagar un hospedaje en un hotel cinco estrellas en medio de la selva. Ignoran a esos "otros" que son invisibles para sus ojos, las mismas que despojan de sus tierras y ofrecen trabajos para hacer la limpieza, son las mismas que se levantan en armas contra la explotación y destrucción de sus recursos naturales. Porque nosotros los privilegiados y consumistas creemos, que un cuerpo blanco y bien proporcionado es atractivo estéticamente, mientras que una persona morena no puede ser acreedora a grandes puestos en empresas y gobierno. Aquí no solo implica quién es tu padre o cuál es tu apellido, también suma puntos de que color es tu piel y cuántas lenguas extranjeras hablas. Pero más allá del centro, en las periferias, encontramos la verdadera lucha, la verdadera organización y la rebeldía.
En esos pueblos escondidos en las selvas, bosques, cerros y sierras, nacieron mujeres que con sus letras han buscado defender lo que es suyo desde antes de nacer y se resisten a que les sea arrebatado. Luchan a toda costa por lo poquito que aún no les arrebatan, sus tierras, su creencia y su lengua materna. Mujeres como Briceida Cuevas Cob, Irma Pineda, Natalia Toledo, quienes a través de sus poemas logran hablar de la defensa de la vida, de su lingüística y de la importancia que tienen las lenguas originarias para el habla de los pueblos mexicanos.
Sus poemas van desde lo cotidiano, lo que ocurre dentro de sus pueblos, se crean recursos literarios para darle vida y sentido a todo aquello que para nosotros parece insignificante. Encontramos un sentido emotivo a los lugares que frecuentamos con personas especiales y después lloramos sus ausencias.
También le dan voz a todos aquellos que han sido víctimas de malos gobiernos y son asesinados injustamente por defender sus tierras o su agua. Quién no tiene todo en abundancia, prefiere derramar su propia sangre antes de que les sea arrebatado.
Más allá de tener una ideología de izquierda o derecha, arriba o abajo, negro o blanco, estas poetas logran manifestarse en contra de la perdida de su identidad y encontraron en la poesía la mejor arma para eso. ¿Qué podemos hacer los no hablantes de una lengua originaria? Leerlas, recomendarlas y tal vez, tratar de aprender alguna sin caer en la apropiación cultural. Porque así como la tierra es de quien la trabaja, la lengua es de quien la habla, la defiende y la valora.
Para cerrar esta pequeña columna que, se volvió una denuncia social por los cuerpos no estéticos o marginados por estereotipos de belleza occidentales, me permito invitar a la reflexión de los lectores, ¿Sus problemas nos tienen que ser ajenos?, ¿Tenemos que sentirnos orgullosos de ser mexicanos cada septiembre o cuando visitamos un pueblo mágico?, que ser nacionalistas no solo sea una vez al año, que sentirnos orgullosos de México no solo sea con deportistas o actores que triunfan en el extranjero. Tenemos que sentir a México en la literatura, en las ciencias, en su gente, la misma que les arrebataron todo y ahora defienden lo que tienen con lo que pueden. Se vuelven nahuales para defenderse y con su lengua quieren un espacio en un gremio de gente selecta. Y con clara intención, los invito a que lean sus poemas y así como yo, encuentren en sus versos una cura para el alma, porque tienen el poder de escarchar dentro de ti para encontrar sentimientos en lo no humano, la añoranza en los parques y el llanto en las cazuelas.
Por Michelle Rodríguez
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