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Querida muerte

Querida muerte, no vengas hoy por mí, los golpes han dejado de dolerme, las mutilaciones han cicatrizado y tal vez con un poco de maquillaje logre cubrir estos moretones, en caso de que no logre cubrir todo y alguien me pregunte que me pasó, diré que he tropezado… sí eso haré y todos me van a creer porque soy un estúpida y torpe, mi esposo siempre me lo recuerda y si lo dice es por algo.

Querida muerte, tienes que saber que la culpa la he tenido yo por tratar de defenderme, por querer hacerme justicia. Si, eso lo ha enojado, sobre pase sus límites, lo he desobedecido y tengo que pagar eso. Olvidé lo que me decía mi abuela, ella me enseño que tenía que obedecer a mi marido si lo que quería era conservarlo, ser buena esposa, atender todas sus necesidades, aunque yo no estuviera dispuesta. Y si no lo hacemos por eso nos dejan a nuestra suerte y se encuentran a alguien mejor. Mi madre siempre me decía que teníamos que quedarnos calladas, más valía vernos bonitas calladitas a parecer mujeres verduleras, de esas que gritan y se ven vulgares, si hacía eso, iba a tener un matrimonio provechoso.

He faltado a todo eso, y… y yo lo hice enojar, no debí de haber saludado a la vecina, me quede a platicar con ella amablemente, olvidé que a él no le gusta que hable con ella, dice que es una prostituta, si no lo fuera no sería una madre soltera, ella es joven y hermosa, atrae las miradas de todos, no le da pena vestirse con escotes y faldas, mi esposo dice que por eso la dejaron, por ramera, y que si yo hablaba con ella me volvería una más de su calaña.

Es que todo fue tan rápido. Él regresó temprano del trabajo y yo platicaba con la vecina, no me dijo nada, pero ella vio la cara de horror que puse al verlo. Cuando entre a la casa, ya me estaba esperando con un cinturón en la mano, no tenía que gritarme, ya sabia como era el proceso, me quitaba la blusa y el sostén para que pudiera golpearme en la espalda. Hice lo de siempre, pero esta vez no espero a que terminara de desabrocharme la blusa. Sentí la hebilla estrellarse en mi oreja derecha, dejé de escuchar porque me invadía un sonido vibrante, ahí en el suelo, él me golpeo con el cinturón, sentía como se desgarraba mi piel, sentía mi sangre en el suelo. Después empezó a patearme, a suela de su zapato se marcaba en mi espalda, una y otra y otra vez sentía los golpes en mis brazos y piernas. Cuando se cansó de golpearme, me quitó el pantalón y rasgó mi pantaleta; me violó en repetidas ocasiones, traté de empujarlo, le enterré mis uñas en la cara, pero eso lo hizo enojar más y siguió penetrándome. Mientras hacía lo que quería con mi cuerpo, no dejaba de insultarme, me decía que era una ramera y sería tratada como tal. Terminando, se levantó del suelo y yo estaba llorando. Trajo un cuchillo de la cocina y me corto la cara y los senos, así sería fea y ya nadie se fijaría en mí.

Me dejó bañada en un charco de mi propia sangre, siento el suelo y tengo frio, algo me arde cada vez que respiro… mis ojos se cierran, pero yo me aferro a dejarlos abiertos. Se cierran solos. Veo oscuridad y al fondo una luz brillante que me deja ciega.

Querida muerte, por favor no vengas, de seguro él mañana me pide perdón, siempre lo hace, siempre me da flores y me lleva a cenar. De seguro después de esto va a cambiar, yo he tenido la culpa, no él, por favor querida muerte, no permitas que cierre mis ojos, no soporto la idea de dejarlo, cuando me casé con él le prometí que siempre iba a estar a su lado. No me quiero ir así, él me prometió que iba a cambiar, lo ha hecho y yo le creo. Todo iba a mejorar, me lo dijo. Por querida muerte, no vengas hoy.

 

Por Michelle Rodríguez

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