Aquella noche se me reveló como un fantasma; casi todo el mundo le ignoraba, como si fuera transparente como el viento o quizás como una roca más en el camino. Su estampa y atuendo figuraban como una sombra más en la oscuridad. Seguramente eran un paisaje digno: en los sueños del artista Francisco Goitia. Sus ojos eran trazos que no se sostenían en mí máquina de escribir, quizás los últimos signos de un alma a punto de partir al limbo de los olvidados, o las últimas señales que impedían hacerle invisible. Le miré incesantemente con el pendiente de los cantineros al mirar el vaso del cliente, como observan los astrónomos a las constelaciones, con la insistencia del agua por encontrar una brecha por donde fluir. Su esencia no hizo otra cosa que romper más en mí el mito de un supuesto "equilibrio" en el mundo, fue una métrica para replantearme lo mucho que me falta para ser poeta. Sin conocer su historia, no tardé en ver cómo se esparcen los restos del discurso político y del religioso, y de cómo se trituraba la empatía social en cuanto al sentido humanitario.
Aquel supuesto "fantasma"se encontraba justamente a contra esquina de un puesto de comida nocturna donde precisamente yo me disponía a comprar algo de cenar. El también encaminaba su mirada con obstinación hacia el negocio ambulante, me daba
la impresión de que sus ojos eran dos pequeños faros que en su destello pedían alimento a la distancia. En ese momento, un deseo persistente de ayuda al prójimo se desbordó en mí, tan
persistente como la fe de un científico que intenta encender su bombilla después de mil intentos. No lo pensé dos veces, pedí al encargado de aquel establecimiento que me preparara un poco de comida, y ante la mirada de una docena de incrédulos, tracé la ruta para llevar algo de alimento al supuesto "fantasma". Estando frente a frente, estiré mi mano para que recibiera un plato de comida, y él, sin duda ni temor, lo tomó como si se tratase de una ofrenda de los dioses. Sin pronunciar palabra alguna; su rostro parecía decirme todo, parecía revelarme que el fantasma no era él: el fantasma éramos nosotros.
Por José de Jesús Camacho Medina
Profesor de Matemáticas, Ingeniero, Divulgador Científico. Es poeta. Ha publicado en diversas revistas de literatura: Fábula, Monolito, Sinestesia, Íkaro, De sur a sur: Poesía y Artes Literarias, Cisne, El Guardatextos, Efecto Antabus, Piedra de Sol entre otras. Es autor del poemario: Las Mariposas Esconden Dioses Bajo Sus Alas (2020, Ebook: Amazon Kindle & Google Play). Escribe artículos académicos y de divulgación científica para diversos espacios y revistas: MasScience, Fraxinus, Acerca-Ciencia y Vinculando. Dirige el grupo Poetas de Plata (Desde 2017), y la revista: "Poetas de Plata". Es ganador de los concursos de poesía XXIV (marzo, 2019) y XXVII (diciembre, 2019) con las temáticas: "Futuro" y "Cuando llega la noche" de la Red de Poetas: SoyPoeta.com.
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