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Esa canción

Los días solo definen su color cuando suena esa canción. Esa canción suena donde llega el cariño. Me gusta saber que esa canción me enCanta y me llena tanto que escucharla una vez no es suficiente. Y tampoco dos veces, ni tres. Esa canción me habita al punto que quiero escucharla todo el día de ser posible. Esa canción que, si no la escucho, la susurro caminando, ordenando el cajón de las medias o preparando el café. Esa canción baña de otoño cualquier rincón. Esa canción que al terminar huele a domingo. 

A lo largo de mis días SENTÍ muchas canciones así. La melodía de versos, no es sin el sonido, el desliz de acordes marca el ritmo del tun tun. 

Encontrar una canción así no es casualidad. A veces me pregunto si la canción me encuentra a mí, o yo la encuentro a ella. A veces me convenzo de que la letra viene a traducir lo que mi corazón está sintiendo y, cómo lo vive muy de cerca no lo puede decir. Esa canción viene cuajada de sonetos y aceites dulces, perfumando el sentimiento original, haciéndolo por eso más sentible, más lejano, aliviándolo. En ese momento el corazón parece buscar la canción allá afuera. Otras veces la canción parece buscar a quien la escuche, cuando suena en la radio o la lista de reproducción de repente salta sin filtro hacia el alma que se regocija a través del oído, que hace de puente.

Sea como sea que llegue, esa nueva canción te canta y se deja cantar. Se descubre en el momento exacto, como regalo bien recibido dura lo que tiene que durar. A veces haciéndote gritar, desafinando imitando al pogo, o bailando con escobas como micrófonos. Las guitarreadas traen sonidos que vienen para quedarse, trayendo intriga sobre quien la interpreta, son canciones apropiadas, que se dejan vivir. 

El tránsito por el puente del oído va apropiándose de los minutos, pasando por agudos y graves y llega al punto donde puede cambiar fácilmente el humor, para bien o para mal, avivando las fascias y trayendo oración. 

Un nuevo día es una nueva canción. Aunque existen Canciones Estatua, aquellas abrazadas tiempo atrás que al volver a escuchar generan un efecto nunca igual, sino apropiado, porque otro poema vino a ocupar los instantes, y las calles.

Cada sonido malabarea cómo puede, rozando la más íntima fibra, haciendo efervescente el fuego trino para burbujear los circuitos internos y sudar el alma. Los pensamientos musicales pasan alocando el vaivén de palabras sabiendo que todo está bien, habitando los lugares y las formas. Y el cuerpo se siente como un águila callada que va testaruda hacia el rincón de su presa parándose excéntrica y llena de luna haciendo ruidos que se entrecruzan cancionando el sereno, haciendo poema el atardecer caminante llevando cada segundo un corazón y cada mirada una nada despeinando todo, murmurando vacío, entregada para otro silencio. 

Las canciones que escuchamos con pies descalzos van robando injusticias y cada cosa que existe tiene su música. Hay música en un hombre deleitándose al mirar el amanecer, hay música en las margaritas. Hay música en el brillo de los pájaros, hay música en el gustito a manzana con miel. Hay música en el hondo silencio del pasto que trae ese respiro de alivio y ocre. 

Los hombres son tan frágiles, y permeables, cuando la música ruidosa de una ciudad produce letargo, si muchos caminan apurados uno también camina apurado, luego de los ruidos de un partido de fútbol uno se envuelve de fuego o se cansa de quietud en un sereno campo. Esa impregnación entre lo oído y el SER es frágil, momentánea, es el motivo por el que las personas hablan de lo mismo, o más o menos de lo mismo en el gimnasio, o en las salas de espera, es lo que explica porqué muchas personas escuchan determinada música y como ella va surcando su identidad. Folklore, rap, hip hop, regge. Ocurre como un bostezo haciendo eco a distancia marcándose en paredes, cabellos, uñas, miradas, mentes. El ser humano es tan frágil, el ser humano se deja cantar y contar, se incomoda en ciertos silencios, se ríe de tales ruidos, se agita con los tambores o se asusta con los estruendos. 

El sonido del agua por regla general tranquiliza a las masas. El agua cayendo en gotas cortas invita a estar quieto. El olor de la lluvia, natural, calmante, sereno. 

Lo bonito de las canciones es Vivirlas. Lo secreto de la vida es escucharla. La mirada reverdece y las redes envuelven perdonando enojos, intercambiando corazones. 

Cada día define así, su color.

 

Por Paulina Chehin

Escribo de noche, escribo de día

Escribo desordenado

Tengo letra fea 

Escribir me llena , me alivia , me calma

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