Aprendimos a decirlo antes de entenderlo
Y mucho antes de saber hacerlo bien
Te quiero, pero.
—Patricia Benito
Pero.
Ese es el agujero negro al que nos enfrentamos, el pero después del te quiero, del te amo, que seguro resquebraja los ornamentos con los que hemos decorado las palabras, las acciones, los deseos y anhelos que hemos formado —¿o nos han formado?— desde pequeñas. Pero.
Pero…
¿Realmente entendimos cuando nos hablaron de esa cosa llamada amor? ¿Ellas(os) realmente sabían de qué iba el amor?
Pero por supuesto, me dirán, hay cientos de años en el arte que respalda que esa cosa que llamamos amor está en definitivo fundamentada por bellas palabras atiborradas de anhelo, devoción, incluso dolor, de ese que te raja por dentro y te imposibilita ser. Sí, de ese amor escuché tanto.
Ya en nuestros años tempranos comenzó la venta del amor en forma de cuentos, programas de televisión, canciones y demás, que a la larga se impregnaba en nuestros juegos, la forma más próxima de aprender a socializar con el otro, y vaya que forma, sin siquiera estar conscientes de ello, distintas formas de apego que bien nos pueden jugar chueco en el futuro.
¿Qué es el amor?
¿Es aquel mito paupérrimo del amor heterosexual, monógamo e infinito que versa en la trampa del sacrificio para obtener un felices por siempre? Porque en definitiva este modelo es el que está tallado en nuestro cerebro, no es maleable ni intercambiable, es indeciso, pero en ocasiones, apenas nos alcanza.
Sometimes
I love you means
I want to love you
—Rupi Kaur
A decir que la “verdadera naturaleza” del amor no es más que una absurda y desgastante mitología que nos lleva cuesta arriba con una roca del tamaño del mundo, con nuestra máscara sonriente de Sísifo y la entrega total a esta tarea de amar para librarnos de la condena de una existencia sin sentido.
El mito de la “media naranja” (1), nos señala de seres incompletos en la búsqueda de aquel ser destinado a ser nuestro; El mito del emparejamiento que vende la felicidad de la pareja heterosexual y que la monogamia es tradición de todas las culturas; El mito de la exclusividad porque no es natural sentirse prendado por más de dos personas al mismo tiempo; El mito de los celos como evocación al amor verdadero; El mito de la omnipotencia que no es más que la creencia de que el amor lo puede todo, puede incluso justificar ciertas conductas; El mito del matrimonio que nos regala la regla de que todo amor romántico debe llegar al altar para construir una unión estable de pareja; por último, el mito de la pasión eterna, la creencia de que aquella dinámica pasional de los primeros meses perdurará toda la relación, provocando un sentimiento de insuficiencia y culpa cuando esta, inevitablemente se drena.
Un universo de normas y reglas que se nos alimentaron apenas sentíamos curiosidad por esa acción de chocar los labios con el otro ¿Qué es eso, mami? ¿Qué están haciendo y cuándo podré hacerlo yo?
Los aceptamos y de paso nos volvimos más exigentes con nosotras mismas, con nuestra pareja, entonces culpamos, quebramos, reconstruimos e iniciamos de nuevo sobre las ruinas de un mundo utópico entintado de amor poco funcional que, además, refuerza de todas partes el discurso patriarcal de la insuficiencia femenina (1).
Hay de dos: andar por las vías desgastadas de la vida en busca de la otra persona que nos regale ese sentimiento de completud, o bien, huiremos todo lo que podamos de esa idea que en ocasiones parece ridícula, y en otras, un sueño que sería lindo vivir.
Te quiero, pero.
El amor es el centro de todo lo que importa, es curioso que la mayor parte del tiempo, ahí donde nuestro centro se supone debe estar, estemos vacías.
Entonces con desmedida inquietud te das cuenta de que en esos mitos se olvidaron —o bien sabían lo que hacían— de nombrar el más importante, aquel de corporeidad de pluma, tan pronto el viento sopla se nos escapa de las manos: el amor propio.
¿Qué pasa con nosotras mismas? ¿Es qué acaso no merecemos regar nuestro jardín también? Nuestras manos han vivido atadas para evitar que conozcamos qué es lo que se sienten nuestras caricias en la piel que nos habita, reconocernos en los bordes filosos y los huecos que otros dejaron atrás, para regalarnos un ápice de simpatía, detener el tiempo y acunarnos en las palmas y lanzarnos a volar, o no, quedarnos ahí y amarnos de todos modos hasta volver a querer pintar el cielo con los dedos.
It’s easy to love
the nice things about ourselves
But true self-love is
embracing the difficult parts
that live in all of us.
—Rupi Kaur
Duele no saber cómo hacerlo, duele abandonarnos con la esperanza de que otro nos encuentre ¡Pero si aquí estamos! Solo hace falta reconocernos sin miedo a gustarnos con la misma medida con la que nos despreciamos. Hacernos el amor con las yemas tibias, buscarnos en el interior, por ahí tenemos que estar. Reñirnos por ser tan tozudas, mal hechas, malhumoradas, indecisas…por lo que sea, porque tenemos ganas. Echarse de espaldas y disfrutar el silencio interrumpido por el ritmo del corazón andando por una misma. Entonces así, quizá solo así, nos veamos al espejo y a pesar de concebirnos pequeñas, saber que somos suficiente, sabernos nuestras con gentileza. Esta naranja, está completa. Posiblemente necesite su chamoy o piquín, pero así como la ves, está perfecta.
Te quiero así, sin pero, solo así.
You must enter a relationship
With yourself
Before anyone else
—Rupi Kaur
Que tristeza me da verte, mi niña, toda apaleada y temerosa, pero sobre todo que alguien te haya puesto otros ojos sobre los tuyos y que utilices esos para verte. Ante los ojos del amor romántico todos somos insuficientes. Que si gorda, que si chaparra, que si morena, que si peluda, que si broncuda, que si tú, que si mejor deberías ser otra. Que qué les importa, digo yo.
La cosa es que somos seres sociales, después de todo necesitamos del otro para el bienestar común y sí, también para nuestro bienestar. Busquemos el amor, no sin antes ocuparnos de nuestro núcleo vacío, quién sabe, quizá encontremos otro tipo de amor ahí dentro, uno que nos halle sin miedo, uno que podamos compartir sin que lastime, uno bastante diferente al que nos han enseñado como malas prácticas. Así, de entre tantos brazos evitemos caer en los equivocados, y si lo hacemos, poder salir sin temor a dejar atrás aquello que nos dicen necesitamos para ser seres completos. Duele, pero me tengo a mí y a otros, el mayor amor lo he encontrado en mis hermanas, en mis amigas, que me han abrazado sin miedo a cortarse porque están dispuestas a compartir esas heridas conmigo. Duele, pero saldré nuevamente a pintar el cielo con los dedos, a amar sin miedo de irme con miedo.
Te amo.
Bibliografía
Jiménez, María C. Entendiendo nuevas formas de amor: Poliamor, mitos de amor, romántico, apego y género. Madrid, 2020.
Rupi, Kaur. Milk and Honey. USA, 2014.
Benito, Patricia. Un cuerpo agotado. Barcelona, 2023.
Por Paulina Guerrero Zaragoza
(Hidalgo)
Licenciada de Ciencias de la Comunicación de la Universidad autónoma del Estado de Hidalgo y actual estudiante de la Maestría en Ciencias sociales en misma institución.
Diplomada en Literatura Europea Contemporánea por el INBA en el periodo 2018-2019.
Finalista del III CERTAMEN DE RELATO CORTO “URRIKE” del año 2020, con el relato No estás realmente aquí, el cual puede ser leído en la pequeña recopilación “El paraguas amarillo” de los relatos ganadores y aquellos finalistas.
Beneficiaria de la beca Voces Flamantes 2021 del Centro Transdiciplinario Poesía y Trayecto A.C.
Algunos de sus cuentos y poesía han sido publicados bajo el pseudónimo de Eiden Guerrero
Poeta, cuentista, feminista y gamer.
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