Florero, macetero, jarrón
Su naturaleza persiste en ser un recipiente que alberga la delicadeza de las flores, y la armonía de una historia decorada por el brillo de los ojos de una mujer.
Fina porcelana construida a través de los años dando buena suerte. Ciclo total, vida y muerte.
Desde la antigüedad su valor es dado por el tacto de las manos. El vidrio de un corazón enterrado, el cristal convertido en lágrimas, la cerámica por el fuego de los brazos, algunas veces el frio del metal.
Forjado por el mero castigo de ser una muestra arquitectónica, ahora dicen que se pueden volver a usar las piezas de un jarrón roto. Algo así como volver a unir las piezas de un amor por brazas de deseos perdidos. Grietas marcadas de generación en generación. Cicatrices kintsugi marcadas por lo bello que son los labios, cargas que pasara a la siguiente generación.
La nostalgia de una mujer perdida
Es curioso, el florero posee sus curvas perdidas
Una relación rota
Los floreros suelen ser usados ocasionalmente, no los culpo, son una inversión. Una inversión de cariño y tiempo.
Las personas creen que todas las mujeres aman las flores, que triste creer que se puede sanar el olvido con una rosa, ¿la rosa que culpa tiene de tratar de arreglar sus errores cobardes?
Algo es cierto, el jarrón y la mujer tienen un parecido; es recordado después de ser compartido por otra, me pregunto, ¿también su jarrón se llena los días jueves?
Cuando muera, ¿el jarrón será heredado a la hija?, si es así, que llene de su felicidad todos los días
Por AMID
Alondra Cortés. Trabajadora social, escritora y poeta
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