Aquella es el desdoblar el misterio de la vida.
Entre palpitaciones que recorren las arterias, la piel erizada y la gota de sudor mostrando un desliz, sobre los pliegues del templo que acobija el espíritu, cuerpo y alma.
Se gesta la danza de dos seres, que se miran el uno al otro, mientras un torbellino sobre su piel y aquella mirada que muestra el incontenible deseo de generar la vida, en un suspiro, como un destello catastrófico surge un nuevo aliento, una nueva alma que nace de la union, de la dualidad.
Vislumbra su primer aliento hacia el mundo externo.
En un instante que no determina el tiempo, mucho menos el espacio, tuvieron que pasar nueve meses, en otras circunstancias, el tiempo se reduce o es impredecible, dado que, el frenesí de la vida busca la luz con desesperación, anhelo.
Finalmente ¡Se ha hecho la luz! La ironía se hace presente en la vida del individuo por primera vez, dentro del resguardo de su creadora, encuentra la oscuridad, paz y solo percibe formas, ya que la ausencia de luz se mezcla mediante los sonidos que conectan con sus primeras señales de sentidos; fuera del resguardo detecta el sonido, en ese instante, donde su cuerpo comienza a explorar el movimiento y desesperadamente mueve las extremidades para dar señales de lo que le inquieta, eso que le intriga: “el mundo terrenal”
Nace y los sollozos, gritos y movimientos de desesperación incontenibles dan muestra del sufrimiento hacia lo desconocido. El ente detecta, como primera señal un nudo en el pecho percibe sufrimiento desde la primera mirada hacia lo exterior, rodea el espacio con su respiración y palpitar, aún no puede percibir con claridad los seres que le dieron vida.
En primera instancia, va descubriendo el mundo gradualmente, a través de la mirada del otro.
Entre los brazos de su madre creadora, encuentra el amor, un destello de la primera señal, la esperanza en la tierra, compañía, amor, lenguaje, movimiento y sabe que no está solo.
Por Dalai López
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