LA SUPERMUJER
Lo que la hoguera no quemó
Visión nietzscheana y evolutiva del empoderamiento femenino
Marcela Gutiérrez Bravo
Portada: Nyxferatu
«Dueña, Señora
El día entero cada día lloras
Ya no deambulas por los cielos
El llanto no apacigua tu corazón
Detente te digo
Basta ya
Gemidos y lamentos sin fin
No te apaciguan».
Poema de Endehuana a Inanna
Escribo este libro para saciar mis deseos de comunicar cuanto sé, cuanto leo todos los días y lo que veo que está ocurriendo en esa mal avenida guerra de sexos que existe en nuestros días.
Hace ya más de diez años que comencé un camino de emancipación constante, no solo de las cadenas que la sociedad me pedía usar, sino de las que yo misma me colocaba para poder “funcionar” en una sociedad no apta para mi completa felicidad o satisfacción, pero sí para la de los hombres que conocía. Finalmente, y hasta hace muy poco, llegué al punto en que quedé sola, viviendo en una especie de austeridad que, en realidad, era el resultado de la coherencia de solamente tener lo que necesito. Y me encontré feliz y llena de paz, sumamente satisfecha.
La ansiedad por encontrar quien me amara disminuyó bastante y las constantes solicitudes para formar una relación por parte de los hombres dejaron de ser atractivas, así como las salidas con amigos y muchas actividades que antes consumían mi tiempo con velocidad.
No es que no lo necesite más, pero me he hecho absolutamente selectiva de lo que sucede en cada hora de mi vida y con quién realizo lo que sea que haga. Mis pasos me llevaron a una independencia y libertad que es atractiva en mí para muchos hombres, pero que, curiosamente, es tan deliciosa, que tendría que ser un hombre lleno de específicas virtudes (e incluso, defectos) quien me arrancara de este paraíso personal que me he fabricado y que tanto amo. Mucho se dice que es necesario vivir en soledad para conocerse, amarse y valorarse y creo que fui objeto de ese aprendizaje. No desde el principio, fue algo gradual que fui aprendiendo a percibir y luego disfrutar. No estoy aconsejando aquí vivir en soledad, no es necesario, pero sí escucharse atentamente en los momentos de soledad, saber observarse con atención, notar quién de verdad somos cuando no somos o tenemos que ser algo para alguien más, solo para nosotros, percibir lo que nos gusta de nosotros y fomentarlo, así como buscar eliminar de las maneras más efectivas y saludables lo que no nos gusta de nosotros.
Comencé a dar algunos puntos de vista sobre esta nueva percepción de vida en redes sociales y me di cuenta de que era insuficiente para saciar mis ganas de comunicar mi mensaje, no porque crea que es el verdadero, sino porque necesito que se me atienda por completo y, luego, se me refute si es necesario, ya que así es como se construyen las ideas. Luego, también me dediqué a hablar con otras mujeres que vivían de la misma manera que yo, o de otras, y encontramos puntos de inflexión sobre las cuestiones que ahora nos hacían amar la vida mucho más y valorarnos por encima de tantas situaciones que otras mujeres, en otras situaciones, no habrían considerado siquiera.
He sido rebelde toda mi vida, mi familia ha tenido que lidiar con ello, y agradezco aquí al bello ejemplo de respeto infundido por mi familia que, como en todos casos, nunca faltó en ejemplos de lo que es funcional y lo que no; sé que he educado a mi hija desde esa rebeldía y herencia mezcladas, sin darme cuenta cómo. A veces, y sin que pueda establecer una fórmula de crianza que, de existir, sería inútil debido a la unicidad de cada ser humano, eduqué también a mis hijos para respetar las capacidades y alcances de una mujer, en el afán de que nunca humillaran a una, y poco a poco veo que estoy totalmente sumergida en un mundo de empoderamiento femenino.
Siendo amante de la lectura de filosofía, siempre he buscado formar en mí al anunciado superhombre de Nietzsche, y ahora mis lecturas van enfocadas a lo que ocurre con cada sexo en la sociedad actual. Recurriendo, para ello, a la lectura de divulgación científica desde todas las perspectivas que estudian estos temas. Hay tanto por comprender.
Considero, aquí y ahora, estar en vías de construir la idea de lo que es una supermujer. Y no se trata de alardear de un triunfo, ya que mis certezas pueden desaparecer casi con la velocidad con que llegan; convertirme en una, serlo, es una creación infinita, porque la vida es algo que se mueve, cuyos aprendizajes nunca tenemos del todo en las manos, subimos en ellos como peldaños, y esos peldaños son aquello que aprendemos, pero también, lo que ayudamos a construir.
La supermujer de la que yo hablo no vence al hombre, sino que vence los obstáculos que la tuvieron detrás del hombre por siglos, se coloca a su lado, como animal, como ser natural; y es capaz, al lado del hombre y por elección, de ser responsable de su existencia y de los efectos de la misma. Ignoro cuántos hombres estén dispuestos a hacerlo, pero sé que la mujer, más que el hombre, está hoy más dispuesta a lograrlo. Y que es necesario así, para conseguir la equidad que tanto hemos necesitado como género.
No solo lo necesitamos los seres humanos, lo necesita el planeta, la vida que nos mueve y con la que hemos jugado irresponsablemente por perdernos en los regalos engañosos y pobres de la superficialidad de nuestro pensamiento, manifiestos en todas las obras culturales de nuestros tiempos y que, poco a poco, espero, irán perfeccionándose hasta mostrarnos como personas a todos, no como partes de grupos inconformes entre sí.
Este libro no es para hacer que la mujer ahora humille al hombre. Este libro no es para que ella busque sentirse superior a nadie, sino para que se libere de todos los estigmas que le rodean como ser humano y, principalmente, como mujer.
Porque no hay peor veneno en un ser humano que sentirse inferior o no apreciado o valorado. Y todo ello, queda en cada ser humano. Porque una cosa es lo que vives y otra lo que crees que vives, lo que te convences de que vives.
Este libro, incluso, podría ayudar a formar un superhombre, porque comulgo con la filosofía vitalista y, entonces, no solo me importa la emancipación, libertad y vida digna de cada ser humano, sino de cada ser vivo en el planeta. Sin embargo, he decidido dedicarlo a la mujer, porque la humanidad necesita esperar su paso, escucharla, verla actuar masivamente y poder hacer uso digno del lugar que le corresponde por derecho natural.
Evolución
La evolución es un concepto que puede existir en todo sistema, y del que no se puede escapar. La evolución es el movimiento de la vida y la vida lo es todo.
La evolución existe desde cada sinapsis en tu pensamiento que forma nuevas redes de comunicación (creando a una persona siempre distinta, una persona con capacidad de crecer y de fluir con la evolución de todo) hasta el último movimiento del universo. La evolución, es pues, inherente a la vida. Y como hay vida y hay vidas; hay evolución y hay evoluciones.
No hay evolución que se detenga, hay momentos de espasmos, hay momentos de presión, pero todo espasmo es momentáneo y toda presión tiene un punto de dejarse de ejercer, o de explotar o implotar. Ese fin, no es un fin en la evolución de la vida, es un paso.
Tomando la evolución humana como milenios, como siglos, es momento decisivo del paso de la mujer.
Si las placas tectónicas dejan a alguna atrapada, sin posibilidad de movimiento, la evolución propia del sistema tectónico hará que esa capa atrapada comience a acumular una presión que se liberará en la expresión de un sismo.
Si limitas a un animal en sus cualidades de supervivencia, este se hará cada vez más inteligente para desarrollar nuevas, y también se preparará a usar aquellas que han sufrido límites.
Si una semilla cae en un lugar “inapropiado” su impulso vital la hará vivir donde sea y causar sorpresa con ello. Por supuesto que no es la misma flor aquella que recibe amor entre sus congéneres, es cuidada y nada tiene que preocuparse de supervivencia, ya que el sistema se la asegura, como la que crece en un terreno hostil; su descendencia será decididamente más fuerte.
No puedes caminar solamente con un pie, ni es lo mismo caminar con un solo pie y una prótesis, aunque la vida siempre se las arregla. Pero el paso de un solo pie que lleva representando el hombre por siglos debe terminar, el caos reinante se debe a eso. El siguiente paso es femenino, y no significa que reinará, significa que deben aprender a dar cada uno su paso, y respetarlo.
El superhombre, a punto de existir en el hombre ya hace siglos, y con figuras de él ya existentes en la historia, requiere de una supermujer. Las épocas en que uno y otra ya han aparecido en ejemplos históricos son variadas, según el continente o región, pero creo que puede tener que ver con bonanza intelectual y una sensación de libertad adecuada y, con seguridad, orientada por un esplendor de las artes.
Y no es que Nietzsche no hablara de la mujer, pero la reconocía dormida en su tiempo. Pensemos simplemente en el uso de corsés y veremos cuán alejada se encontraba de los principios de libertad y satisfacción de sentido de vida bajo los que se forma un superhombre, o súper ser humano, aquel que aprende a vivir bajo sus propias reglas de moral surgidas de su pensamiento crítico, aquel que ve satisfecho toda su existencia y sus obras, aquel que reconoce la responsabilidad de su existencia en sus actos y efectos. Hoy es el tiempo de que ese superhombre surja en la mujer y ayude ella a hacerlo nacer en cada ser humano, nacido y no nacido aún.
El proceso evolutivo es un haz, se expande, se abre, se divide al hacerlo, separa sus tentáculos y, al mismo tiempo, crea redes de comunicación de vida entre ellos, para luego generar sistemas funcionales que fenecerán, si deben, ante nuevas creaciones vitales. Todo eso es la evolución. Existe en el universo, en la naturaleza, en la cultura, en nuestro cuerpo y en nuestra mente.
Cada época o cultura en que la mujer haya sido detenida, atrapada, sofocada o limitada padecerá irremediablemente de esa falta. Pero no por siempre y no del todo, gracias a la evolución. Esa mujer buscará maneras, como grupo, como generación y como individuo. Buscará todas las formas posibles para ocupar su lugar. Es necesario que lo haga, pues la mujer es el ser humano que sabe mejor de la vida.
Oculta en cocinas, en cuartos de bordado, en estudios con nombre de hombre, en salas de belleza, en huertos, en su habitación austera, en bibliotecas “inofensivas”, en cuartos de cuna, en los mercados, en sus pensamientos mientras los hombres tenían derecho a hablar, ella alimentó su intuición, su pensamiento crítico y su empatía; las cartas ganadoras de nuestros tiempos.
Fue dejada en silencio y el silencio es observar, es sentir, es aprender, es comprender, es analizar, y tantas cosas más. Ahora ella, en su naturaleza, no solo sabe lo que es tener a un ser humano en las entrañas, sabe también lo que es cuidar una vida, protegerla, mirar sus posibles caminos, y sabe prever peligros, sabe educar, sabe contenerse, sabe mostrar sus dones físicos e intelectuales y sabe jugar con todo ello.
Aprendió, con los sentidos atentos, el juego de la vida. Y le toca mover. De cada una depende el avance y factibilidad de este movimiento, en cada ser humano está la responsabilidad de que este movimiento sea digno de una sana humanidad, es tarea de todos y tarea individual.
Por Marcela Gutiérrez Bravo
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