Las mujeres rebeldes hemos sido nombradas de muchas maneras, todas ellas con el propósito de ser invisibles ante una sociedad patriarcal, porque todo lo que sale fuera de las normas, es pecado o mal visto. Por la historia somos hechiceras, hijas de Lilith, brujas, perversas, amantes del demonio. Aunque en realidad somos divinas, seres lunares, inspiradoras, mágicas y curanderas.
La brujería no es precisamente quitarte las piernas y ponerte unas de pollo, o convertirte en una esfera de fuego ni tampoco hacer pactos con el diablo. Ser bruja es respetar lo que la naturaleza te brinda, amar a todos los seres que hay en la tierra. Ser bruja es conocer, aprender y descubrir nuevas cosas y encontrarte a ti misma. El verdadero pacto que haces es con la naturaleza y contigo.
Algo muy común en las películas de princesas, es que las brujas malvadas siempre están rodeadas de libros antiguos, calderos, tienen la piel verdosa y una risa vibrante. Lo cierto es que muchas de esas brujas somos mujeres comunes y corrientes, somos madres, estudiantes, amigas, hijas y primas. Lamentamos completamente no ser ese estereotipo con el que nos tienen sentenciadas.
Lo que puedo decirles con firmeza, es que nuestros días se tiñen de la energía que nos brinda la luna. Con nuestras danzas a la tierra nos llenamos de vida, somos portadoras de la magia sanadora que nos transmite la naturaleza. Con plantas curamos las heridas del alma y las tristezas para convertirlas en alegría. Le entregamos a nuestros cuarzos las penas que salen desde el interior, para que con la lluvia se limpien y nos llenemos de amor.
Somos las culpables de nuestra esencia salvaje y rebelde, pues en esta tierra ninguno es libre de pecado. Somos culpables de sentir con nuestros pies desnudos el latido de la tierra, por hacer que nuestro fuego sea capaz de quemarlo todo.
Las brujas no hemos muerto, no lograron quemar a todas. Revivimos la memoria de nuestras ancestras, compartimos sus sabias enseñanzas, pues de ellas aprendimos a no tener miedo. No todos las brujas murieron en las hogueras, algunas son madres, sanadoras, curanderas. Respetamos la naturaleza y le rendimos ofrenda a las diosas. Las brujas seguimos en lucha y resistencia. Así será, por los siglos, de los siglos. Amén.
Por Michelle Rodríguez
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